Entre juegos hambientos
y violentos intentos
de redimir cuanto siento
presiento que a todo lo que veo lo miento
y la cárcel de cientos de sentimientos
salen de sus barrotes e inundan mi pensamiento.
Los pardillos martillos pegan chillidos
al golpear el cristal que les hace daño.
Mis pensamientos son chiquillos que presencian
una guerra entre dos amigos de antaño
y se destruyen ante la necia inocencia
de ese un indefenso cachorrillo.
La alegoría de mi pensamiento
son las imágenes del niño: que son mis sentimientos.
Traumas autoimpuestos,
preceptos desacatados,
atados a la existencia ignorante
de un noble poco apuesto
que no hace más que hablar en valde.
Sentimientos que compulsan mis obsesiones;
palabras que tergiversan los corazones
y matan ideales convieritiéndolos en emociones
que terminan con la ofrenda directa de una sociedad
que no hace más que premiar
a quien más que puede ganar,
cuando desde el principio la sociedad
se creó para que fuésemos perdedores.
De la cuna hasta la tumba somos prisioneros;
reclusos de nosotros mismos.
Pioneros en el mantenimiento y el desacierto
de ser cárcel, recluso y carcelero
que contiene lo que no se dice ser bueno
que se encierra en su propio ego
y que encierra a quien no sigue este juego.
¡Declaro la guerra a todo excluso recluido
a todo aquel que esté en mi propio bando!
Pues no existe valle de los caídos
solo un descampado en el que seguir luchando.
Sseguir pensando
sólo hará que el eco de los caídos,
siga sonando.
¿Quiénes son los caídos?
Los que viven convencidos
por quien habla y no dice nada.
Los que viven vendidos por
los sueños no cumplidos.
Los que tienen pensamientos
sentimientos, metas y sueños
pero no salen a volar
Los que dejan que les controlen.
Los que no buscan su vocación.
Cualquiera sin virtud de soñar.
Cualquiera que no razone.
Los que no buscan con el corazón.
Cualquiera sin libertad.
y violentos intentos
de redimir cuanto siento
presiento que a todo lo que veo lo miento
y la cárcel de cientos de sentimientos
salen de sus barrotes e inundan mi pensamiento.
Los pardillos martillos pegan chillidos
al golpear el cristal que les hace daño.
Mis pensamientos son chiquillos que presencian
una guerra entre dos amigos de antaño
y se destruyen ante la necia inocencia
de ese un indefenso cachorrillo.
La alegoría de mi pensamiento
son las imágenes del niño: que son mis sentimientos.
Traumas autoimpuestos,
preceptos desacatados,
atados a la existencia ignorante
de un noble poco apuesto
que no hace más que hablar en valde.
Sentimientos que compulsan mis obsesiones;
palabras que tergiversan los corazones
y matan ideales convieritiéndolos en emociones
que terminan con la ofrenda directa de una sociedad
que no hace más que premiar
a quien más que puede ganar,
cuando desde el principio la sociedad
se creó para que fuésemos perdedores.
De la cuna hasta la tumba somos prisioneros;
reclusos de nosotros mismos.
Pioneros en el mantenimiento y el desacierto
de ser cárcel, recluso y carcelero
que contiene lo que no se dice ser bueno
que se encierra en su propio ego
y que encierra a quien no sigue este juego.
¡Declaro la guerra a todo excluso recluido
a todo aquel que esté en mi propio bando!
Pues no existe valle de los caídos
solo un descampado en el que seguir luchando.
Sseguir pensando
sólo hará que el eco de los caídos,
siga sonando.
¿Quiénes son los caídos?
Los que viven convencidos
por quien habla y no dice nada.
Los que viven vendidos por
los sueños no cumplidos.
Los que tienen pensamientos
sentimientos, metas y sueños
pero no salen a volar
Los que dejan que les controlen.
Los que no buscan su vocación.
Cualquiera sin virtud de soñar.
Cualquiera que no razone.
Los que no buscan con el corazón.
Cualquiera sin libertad.
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