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Mostrando entradas de febrero, 2015

Luces como besos. Peligros como hogares.

En esta habitación oscura un foco de luz  recorre todo lo que está al alcance de mis ojos. En esta habitación he pasado grandes noches, caballos de recuerdos y espadas de querellas. Una habitación oscura. Sin velas, ni lámparas ni amores que prendan este oscuro cuarto sin muebles. En esta habitación he disfrutado mucho y también sufrido más de lo que me gustó. Pues nunca he visto más luz que la luz que está al alcance de mis ojos. En esta habitación he llorado, he querido amado, golpeado paredes, besado, gritado y follado. Y ahora veo esta luz - la misma de siempre  - iluminándome. Como un túnel claro. Un pasaje intransitable sin apenas rumbo fijo. - Porque es maldita luz, y la luz no guía vidas-. Pero la quiero, la admiro, la deseo, le lanzo flores de palabras, la sigo con la mirada mientras amo, odio, beso, follo, decido, lloro, golpeo paredes, me arrepiento y me alegro. Y sé que la luz es luz y no es mis pasos. Pero también sé que

La vida de la estaca de madera

Constreñido en el cuerpo de una estaca gruesa estoy clavado en el suelo de una pradera verde. De hierba fresca. Recién regada por la tormenta de ayer. Ahora el sol brilla con furor, haciendo de las hojas, pieles de hierba, un recipiente de luz que con el agua forma brillos.Y yo sigo ahí. Clavado. Como pasto del pasto. Mirando el prado verde sin disfrutarlo. Sin saber si debo poder rodar libre por él o seguir clavado. A veces con el viento que me inclina ligeramente, me darían ganas de desanclarme, caer, y rebozarme por la tierra mojada hasta que mi madera seca adsorbiese tanta clorofila que un mosquito se chocase conmigo creyendo ser una hoja; que un halcón no pudiese verme; que yo también ondulase con el viento; que las cabras y las vacas me comiesen: así seria pasto de la vida, siendo ya pasto del pasto. Sacrificaría mi existencia por la vida, el amor y el movimiento de las montañas. Sería cimiento de chabolas o abono de rosas. Haría reverencias a los pájaros que volasen ba

Injerto de conciencia

- ¡Qué bonitos están tus ojos hoy! - Te parece bonito que llore, ¿no? - No. me parece precioso que sientas. - Pues a mi no me parece bien sentir, a veces, ¿sabes? -dije enfadada. A veces me gustaría ser una insensible hoja de árbol, que una vez caída, por mucho que la rompan, no siente que se rompe. Pero, ¿sabes?, eso es lo que significa estar vivo. Por eso a veces querría estar muerta. Tengo que seguir viviendo. Agarrada a ese puto árbol por el peciolo, que me da vida a la par que deja que los vendavales intenten arrancarme. - El árbol soy yo, ¿verdad? - ¡Sí! ¡Desde el principio siempre lo has sido! Entonces me di cuenta de que estaba gritando sola en la calle. La gente me rodeaba, mirándome. Sin reaccionar. Estaban en trance, como si hubiesen escuchado un gran discurso. El otoño había empezado y el suelo estaba lleno de hojas. Sobre mi coronilla cayó una hoja verde. - ¿Me dejarías tu hoja verde? -dijo un encapuchado con un machete bañado en sangre tierna. - ¿Para qué