Me llamo Fungus, pero por mi aparente gracia, a veces me llaman Fun. Yo era el presidente del pueblo de Vieja Meirit, Hispania. Sería como el equivalente de Toledo y Madrid, en España. Tan equivalente que estaban exactamente en el mismo espacio, pero en planos del universo distintos: una dimensión paralela a la que sólo los muertos teníamos acceso. Era como ver a toda la humanidad tras una sala de interrogatorio con un cristal opaco, desde el cual sólo nosotros podemos ver y ellos no. En este caso, el interrogado habría nacido en aquella sala, y no sabría qué es lo que hay tras el espejo. Al menos, no todos lo sabían. Había gente a la que se le ocurría acercarse al espejo, y al hacerlo se veía lo que había detrás. Aún recuerdo la primera vez que vi a un vivo hacer eso. Era cálido, solitario. Desprendía algo extraño: no era de este mundo. Era terrorífico. Parecía que estaba vivo, pero aún así recorría las calles del Más Allá como si fuese un muerto más. No fue el único. ...
Un blog de escritura. De letras que vuelan y no saben adónde. Pero te digo de corazón que todo tiene alma aquí.