Habían pasado muchas cosas desde mi llegada a aquella casa. Era una casa enorme en una finca, con al menos siete perros, incontados gatos y otros seres que superaban en número a los seres humanos que habitaban allí. El silencio de la soledad escarchaba mi psique encerrándolo en un antro de pensamientos juguetones, psicóticos palpando la esquizofrenia y oscuros tocando la ceguera de un mundo propio dentro de mi cabeza. Un mundo irreal y tenebroso que era como un embudo en forma de cono sin base con la punta hacia abajo: una vez dentro, si miras hacia arriba ves un simple círculo, que es luz y salida del cono, pero no te das cuenta que el trayecto hasta la punta te está comprimiendo. Menos mal que en cosas de la mente la gravedad no siempre funciona... Mientras las figuras geométricas y metafóricas pasaban por mi mente incesante y cansada llegué, a esto de las dos de la tarde a mi habitación, donde había un teclado apagado enfrente de una ventana. Algo me decía que tenía que tocarl
Un blog de escritura. De letras que vuelan y no saben adónde. Pero te digo de corazón que todo tiene alma aquí.