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El Ciclo del Agua

En este mundo la realidad es oscura. Incompleta. Inmadura y sensible. Cambiante.

Desde aquí veo como una gota de agua se condensa en una nube y se deforma hacia abajo, separándose de su nube madre. En el momento en que se separa, veo un rayo al otro lado. Por un instante la gota, que aun no ha empezado a caer, tiene luz propia. Me deslumbra en su reflejo.

No tarda mucho en comenzar a descender. Me invade la inmensidad de la tormenta. Voy cayendo con la gota, y alrededor veo miles de millones de otras tantas precipitándose conmigo en picado. El tiempo pasa lento. Casi recuerdo mi vida.  El vértigo desaparece entre truenos y relámpagos que se empeñan en respetarme y no tocarme. Soy un invitado en la tormenta.

Estoy llegando al mar. ¿Quién imaginaría que una persona como yo podría ser parte del ciclo del agua? Ya llevo tres mil metros cayendo en picado. Me temo que mi paracaídas no puede abrirse. Más bien porque no lo tengo. No era mi intención que me lanzasen.

Al llegar, mi amiga la gota incide contra la superficie del agitado océano, devolviéndole parte de la calma en sus ondas, en unos centímetros, durante un breve instante. Aquella gota con la que había mantenido conversaciones durante tres mil metros, se había ido, para siempre. Había entrado a ser parte de algo mucho más grande.

Ahora me toca a mi.

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Flores en el asfalto

Hay personas que duelen  de lo que alivian que matan las nubes de tormenta que apartan las aguas negras; esas con hábito de vorágines que nunca cesan. Hay personas que devuelven el brillo al alma el edén al fruto la esencia a la esencia y la enrutan y la soterran para que crezca justo así en vertical para que seas  como la flor que brota del asfalto como el pájaro que descansa en la catenaria como la pausa de paz en el bombardeo; para que seas. Hay personas que habitan  tu piel y te dejan la suya; que apartan la ciudad y, en sus escombros, te encuentran. Ojalá vivir más  en esas personas dolorosas devolvedoras, habitantes y encontrosas. Ojalá vivir más en quien ama con belleza Ojalá vivir más y que el más que viva sea con ellas. Modificación de una imagen de PhilippLE  en Pixabay Dedicado a La Tribu de los Idos, especialmente a Esther, Leyre, Sara, Karina y Buda  de ©Shathu Entayla

Follar para desnudarse

Follar siempre al menos una vez al menos desnudarnos una vez del todo para poder hablar, sobre-todo. Si te he desnudado y me has desnudado al menos una vez ya nada es tabú. Si ya te he desnudado y me has desnudado los complejos se quedan en la ropa y las excusas, líquidas, sobre la cama y de los quejidos sólo se oyen ya los ecos de los orgasmos y se ha disuelto el miedo hasta la ternura del abrazo. Si ya te he desnudado y me has desnudado al menos una vez ya nada es tabú y seguiremos desnudos al volver a vestirnos. Follar siempre al menos una vez para desnudarse una vez una última vez para nunca tener que volver a vestirnos. Imagen de mopiaoyao  en Pixabay  de ©Shathu Entayla

Oración al cansancio

Para poner en pausa el reloj de la máquina  y despertar con dulzura al espíritu. Para sentir el placer que da el tiempo sin cronómetro  el tiempo sin destino; el vivir en sí mismo. Para apreciar los minutos y sus segundos el continuo sin discretos y el corazón que nunca paró de latir. Para honrar al cansancio (¡oh cansancio!) que nos permite contemplar en vez de hacer; que nos permite sentir en vez de evitarnos; que nos permite jugar en vez de optimizar. Para que el tiempo sin sentido, dé sentido. Para no caer en la tentación  de darle uno. Para parar para sentir para apreciar para contemplar para jugar. Ahora oro para que el tiempo sólo sea tiempo. Kha feijôl. Imagen de Ola Dapo  en Pexels  de ©Shathu Entayla