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Mostrando entradas de diciembre, 2016

Los nombres de tu piel

Te recuerdo –y hasta siento– en otras pieles. Diferencio su manera de respirar con la tuya. Diferencio su manera de dar cabezazos con la tuya. Diferencio su manera de ponerse cursi con la tuya. Y, aunque no negaré que me gusta ver otras formas, –al fin y al cabo es afecto sin coste– Prefiero las tuyas. En otras pieles encuentro, cariño y amor, pues todo humano quiere amar. Pero tu piel es la única piel donde reencuentro la mía. Quizás la novedad me seduce, la disposición al amor me seduce; una expresión cálida y un cuerpo bonito me seducen –como un cuadro fauvista: a pesar de mí. Pero no es sólo lo que me seduce lo que se queda dando vueltas en mis cierzos y olas toda la noche. También tu ausencia la tendencia de mi piel a recordarte aunque pasara una noche por una esquina de carmín. Seguramente, borracho; cachondo, pero borracho; melancólico y desarmado sonreiría. Tiraría el condón a la bas

El globo rojo de las estrellas

Airéame, globo rojo. Llévame por tus aceras flotando sobre el suelo sé que no caeré aunque te suelte. Sonrío con ojos verdes lima. Como a helados tropicales tus ojos se posan en ellos. Y suavemente, como una hoja cayendo, como una gota de sudor por el cuello, como la última gota de miel de la cuchara, tus labios de agua y piel se duermen en los míos. El globo rojo nos hace volar. Aquella vez toqué una nube –aquella vez de cristal líquido, ¿recuerdas? De amor seco– y pájaros con alas de espuma y hoja de palmera surcan como cazas hambrientos el cielo de juego que deja el sol ominoso. Y nosotros, como siempre, sobre la cuerda floja. Entre Sirio y UY Scuti –entre lo más brillante y lo más grande del universo. Bailando de parsec a parsec con cazas y aves como parte del acervo de nuestros ojos ansiosos de universo creador y monstruoso ansiosos de vida. Nadando entre ondas gravitacionales, y durmiendo

De bruces contra el mundo (poema en prosa)

Llegará un día en que me daré de bruces contra el mundo y el mundo me dirá: "te lo dije" y yo agacharé la cabeza. Tendré miedo. Ese será mi punto de no retorno y tendré la cabeza agachada mientras tenga ese miedo. Si me quito el miedo, me daré de igualmente bruces contra el mundo. Otra vez. Pero no me caeré. Y le diré sin hablar: "siempre he sabido lo que me dijiste". Pero para eso tengo que darme de bruces contra el mundo una vez. Ya siento cómo estoy agachando la cabeza. "A derrota de um guerreiro" Imagen de Guilherme Scholz Portela en Flickr

El perro de Dios

No sé cómo empezar esto sin caer en lo que siempre caigo. Nunca he sabido hablar vivo con tres muertos sobre el llano. Mis dos padres y mi hermana sobre la alfombra de esparto. Y los rayos del aliento de sus bocas, escapando. Yo intento cogerlos todos como un perro coge un palo pues si no puede cogerlo no puede seguir jugando. Y yo, perro, que por muerte ha sido abandonado no tengo ya más caminos por los que seguir ladrando. Mis dos padres y mi hermana sobre la alfombra de esparto clavados sobre una espiga los tres juntos y tumbados. Tres mantas de carne muerta que juntas van se arropando. De más pequeño a mayor: el padre, grande, velando. Y yo, hijo de estos muertos, tela de manta, observando cómo el esparto y la sangre se nutren de aliento. Y el llanto que derramo no me sana. Me está, de a pocos, matando. Es que no puedo cargar esta culpa entre los años. No puedes nombrarme, Dios, la Muerte, con doce años. Quieres que no llore más y que