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Mostrando entradas de mayo, 2014

La lava de olor brillante

Mi mano acaricia la dehesa colmada de pétalos de rosas. Te clavas en mí con las espinas. Llegamos a cruzarnos dos viajeros a cada lado del mundo Cuando nos encontramos se dobla la tierra y se parte entre nosotros. Bajo ella, lava; y en ella, rosas. Nosotros, a cada lado del mundo separados por una sima que huele a luz. Sonreímos desde cada lado Entonces cerramos los ojos. Nos damos al abismo. Las gotas de magma saltan hacia la roca y se deslizan por ella llorando. Sé que estás cayendo. Sabes que caigo contigo. Llegamos a la lava y nuestra carne arde viva y se muere. Nos abrazamos. Nos miramos sin abrir los ojos. Y nuestra piel de tierra, se hunde en el mar de fuego y nuestra piel deja de ser piel y es sólo tierra. Y la lava se seca y se enegrece y huele a luz. Y la lava que era tierra es sólo tierra. Y cuando quieren crecer las rosas con espinas sobre la tierra nueva nosotros ya nos hemos fundido.

Tomates

Mi madre estaba sentada en el sillón de muelles que teníamos en el salón. Mientras, mi padre estaba cogiendo los tomates. Uno a uno. Sin dejarse ninguno por muy pequeño que fuese. Mi padre dice que los tomates pequeños son los mejores. Son los que tienen más semillas, y los que tienen el sabor más dulce. Una hora después mi padre llegó a casa. Tenía las manos azules de coger tomates. Le di un abrazo como si pasase fotos en un álbum. Me dio una palmadita en el hombro, como siempre. En uno de sus toques cariñosos le agarré la mano. -             Te vas a manchar –me advirtió. -             Mancharse de experiencia no es malo de vez en cuando. Sonrió.   -             ¿Quieres unos tomates? –dijo-. Estoy deseando que pruebes alguno de esta cosecha. Creo que han salido magníficos. -             ¿Por qué no? No creo que vengan mal para el camino. Salimos y vimos el campo de cultivo. Parecía una dehesa de esferillas de cobalto. Tenían un color que competía con el del cielo