Ella viene de frente. Él en la marquesina, mirándola fortuita y continuamente. Sonido de ciudad sucia y de coches escupientes. Ella llega a la marquesina. Con intención de hablarle, le habla. Él ya no la miraba más que con las orejas y el rabillo del ojo. Ella.— ¿Qué haces aquí? Él.— (Sorprendido.) Mudo. Ella.— ¿Que estás mudo? Él.— Avergonzado... (Para sí dudablemente . Sin mirarla.) ¡Cállate! Ella.— ¡Cómo que me calle! Él.— ¡No! No era a tí... Culpable... Ella.— (Ofendida) Me alegra que reconozcas tu falta de respeto. Él.— Muy culpable... Triste... Ella.— Pero, ¿de quién hablas? ¿Puedes mirarme? Él.— Bloqueado... (Entre dientes. Más bajito esta vez.) Cállate. Ella.— ¿Sabes?, es absurdo que nunca antes me hayan dado tanta conversación en una marquesina. Él.— Quizá no querrían dártela Ella.— ¡Atchís! ¡Atchís! ¡Atchís! ¡Atchís! Él.— ¿Estás bien? (Ella se seca sólo una lágrima en su ojo.) Ella.— ¡Atchís! Él.— ¡Vale, vale! (Pausa. Ella deja de estornudar.) Preocu
Un blog de escritura. De letras que vuelan y no saben adónde. Pero te digo de corazón que todo tiene alma aquí.