Se llamaba Elena. La primera vez que hablamos, nos tumbamos cada uno en su cama a dos mil kilómetros de distancia. De Tenerife a Madrid. Internet es maravilloso. Nos convertimos en niños inocentes dejándose llevar. Parecía que los mensajes también pudiesen enviar abrazos y miradas. La conversación se tornó tan emocionante, que terremoteábamos sobre nuestras camas. Una sonrisa allanaba mis labios y mi estómago fulguraba. Suspiraba. Así comenzó nuestra amistad. Durante los meses siguientes estuvimos viéndonos por web cam. Nos empezamos a conocer bien. Pronto nos convertimos en muy buenos amigos. Seis meses después llegó una oportunidad de vernos en persona. Ella se iba de crucero como viaje de fin de curso y tenía que hacer escala en Madrid. Decidí ir a verla. La quería mucho. De nuevo mi estómago fulguraba. Llegué al aeropuerto como otro avión más. Más que andando, planeando. Los nervios no me querían dejar en tierra. Los dos teníamos miedo de vernos. Cuando dos
Un blog de escritura. De letras que vuelan y no saben adónde. Pero te digo de corazón que todo tiene alma aquí.