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Mostrando entradas de julio, 2014

El avión que despegó

Se llamaba Elena. La primera vez que hablamos, nos tumbamos cada uno en su cama a dos mil kilómetros de distancia. De Tenerife a Madrid. Internet es maravilloso. Nos convertimos en niños inocentes dejándose llevar. Parecía que los mensajes también pudiesen enviar abrazos y miradas. La conversación se tornó tan emocionante, que terremoteábamos sobre nuestras camas. Una sonrisa allanaba mis labios y mi estómago fulguraba. Suspiraba. Así comenzó nuestra amistad. Durante los meses siguientes estuvimos viéndonos por web cam. Nos empezamos a conocer bien. Pronto nos convertimos en muy buenos amigos. Seis meses después llegó una oportunidad de vernos en persona. Ella se iba de crucero como viaje de fin de curso y tenía que hacer escala en Madrid. Decidí ir a verla. La quería mucho. De nuevo mi estómago fulguraba. Llegué al aeropuerto como otro avión más. Más que andando, planeando. Los nervios no me querían dejar en tierra. Los dos teníamos miedo de vernos. Cuando dos

Quiero Volar - Parte II

PARTE II: Vuelo (sobre algodón y acero) Me dormiría de nuevo esperando salir del agujero que nunca se excavó. Una tumba abierta excavada con una pala de algodón que nunca nada profanó. Mas si este lo logra, brota y el algodón se vuelve acero que es fuerte como él mismo pero deja de ir con el viento. No puedo volar si soy acero pero no quiero profanar los muertos con una pala de algodón que vierta mis grandes miedos. Quiero morir y vivir de nuevo. Quizá perder mis ojos en cuentos. Yo soy acero de algodón que es fuerte y no volador. Soy un sendero sin dibujar perdido en el lápiz del constructor que algún día lo vaya a trazar. En el despacho se lo dejó. Y espero que el acero de algodón se vuelva algodón de acero para poder ser fuerte y algún día surcar los cielos. Para querer más lo que quiero sin mis ojos ni mis deseos. Sólo con el hambre de volar lejos de mí mismo, de mis anhelos. Huir a lava desde e

Quiero Volar - Parte I

PARTE I: Quiero (sobre amor y veneno) Quiero y quiero mucho y te quiero. Como cada vez que te veo. En los ojos aquel anhelo de esperanza, de amor y de miedo. Como siempre, te quiero como nunca te quiero. Como la distancia que nos hace eternos y que nos roba el preciado tiempo. Como cada noche abrazando sábanas al buscar tu cuello Como tus ojos y tus pechos, tu sonrisa y tu cabello. Como tú. Te quiero. Te echo de menos. La distancia que nos separa se puede medir en tiempo. Me siento sólo, sin techo. A veces también sin amor… ¡No! ¡Esto es veneno! De una ciega alma maldita que siempre me impide verlo. Oscuros son estos senderos y las palabras, quizá consuelos pero son mi cara riéndose. de mí. De todo entero. (Segunda parte - 17 de Julio)

Un rayo condenado a partir el asfalto

        Eran ya las once de la noche cuando volví a casa. Mis padres me llamaron bastante enfadados conmigo. Pero, ¿qué le iba a hacer? No podía andar bien por un golpe en el tobillo y habíamos tenido que llevar a todos a casa. Llegaba bastante tarde , pero yo no tenía la culpa. No esta vez.               Abrí la puerta. Mi padre empezó a chillarme como si me estuviera tragando y escupiendo al mismo tiempo. Yo estaba harto de aguantar las mismas discusiones.                  –      ¿A las nueve? Es prontísimo.                  –      Eso por llegar tarde.                  –      Pues vale. Acepto el castigo, pero no me parece justo. Ya os he dicho que no he tenido más remedio.                  –      ¿No podías llamar? –irrumpió mi madre como el asistente que apoya la barrera en rugby.                  –      Se me olvidó, os lo dije. Sabíais por dónde estaba. No sé qué queréis conseguir con el castigo. Un olvido es un olvido.                  –      Y un castigo es