Ir al contenido principal

Entradas

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot
Entradas recientes

La bandera

Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Reescribir la piel

Amar de una forma  en la que uno ya no es amado es mirar el vacío en la montaña a la sólo tú has llegado y en la que solo tú estarás jamás.  Y por ello, reescribes tu piel. Decides si tirarte, desandar lo andado, o seguir solo en la montaña esperando encontrarte algún día a quien amaste en un sendero de amor diferente. Uno en el que tú no seas tú ni quien amaste lo sea ya. Uno en el que reescribisteis la piel. Siempre se reescribe la piel. Y reescribir es borrar tachar, olvidar e ignorar una parte de ti que ya estaba escrita, que recuerda cómo y con quien  escaló aquella montaña. Reescribir la piel es  borrar algunas cicatrices, tachar algunos amores, olvidar algunos planes, e ignorar algunos deseos. Reescribir la piel es reescribirse. Reprogramar cómo amas. No solo a alguien, al mundo. Es tener que amar diferente o dejar de amar. Es resignarse  a la necesidad de elegir cuando tú ya habías elegido. Reescribir la piel. Dejar que penetre en ella el agua con sal para deshacer las heridas

El origen del amor y la violencia

Endurecerse o morir. El dilema de querer mantener  el corazón abierto, y que el mundo te obligue a matar al tigre y usar sus colmillos y usar sus garras  para matar al resto. Y un día tú eres el tigre. La ley del que es más fuerte  no es la ley del corazón. El corazón que es puro,  antes de partir, comparte antes de atacar, ama, Pero siempre en algún momento nuestro corazón aprende a defenderse Y una vez atacó, ya no será igual. El miedo deforma el amor y justifica la guerra, decidimos atacar en vez de amar, por si fuera que alguien también decide  que va atacar primero. Y así lo grotesco, que es lo real, se impone ante lo bello, que es el mundo. El mundo y lo real no son lo mismo. El mundo es lo que es. Lo real es lo que hacemos con él. Y no sé tú pero yo no hago más que intentar crear burbujas de esperanza de belleza sin grotesco de calma con la esperanza de que la burbuja  se expanda de que la gente abrace su dolor de que me dejen a mí abrazar el mío y que me acompañen cuando lo hag

Esa negrura negra

"La mayoría de las cosas no son tan importantes" Porque cuando lo son acaban. Por no ser suficientes. Por, en ausencia del absoluto bien, ser el absoluto mal. Por miedo. ¿El miedo a qué? Contestar a esa pregunta haría innecesario este poema. La paradoja es que el miedo del que hablo es pura forma. Sólo acecha e impide la paz. Sólo provoca la guerra no inicia la guerra. Hacer daño, que me lo hagan. Necesitar ser libre de algo que no me atea. Necesitar echar el polvo de mi vida. Necesitar que me abracen, y que no me abracen, y que me dejen dejar, y que no me dejen, y que se vaya esta contradicción que duele, que solo resquebraja o rompe mi tan ansiada paz; que distorsiona mi mundo  y lo vuelve todo hostil; que me hace no ser yo, y no poder salir de mí, Morir por dentro poco a poco y matar a quien, por desastre, pase por aquí. Ganas de arrancarme la tráquea por sentir un dolor en ella tan intenso que si no pudiera llorarlo moriría anegado en la negrura de mi espíritu. Lo negro i

Amar al arte

El amor me salva del arte, de toda esclavitud numérica y de todo mandato algorítmico. Es mi salvoconducto a la paz, el antídoto un falso entusiasmo inducido por manos sin nombre, y que cataliza otro entusiasmo honesto y real, y que transforma. El amor me salva del arte aunque a veces viene del arte o por el arte o lleva al arte el amor me conecta con el mundo un mundo ideal de amor y cuidados que colma de esperanza un abismo de manos invisibles y números divinos que bien pudieran arrastrarme a la embriaguez de salir de la pobreza y al desánimo de no lograrlo. Pero yo estoy bien el amor me salva. Yo tengo el privilegio del amor El privilegio de saber que no me van a dejar caer. Tengo el corazón blindado de amor hacia un mundo que con todos es cruel. Pero no me puede salvar siempre. Saber pedir ayuda no es poder defenderse. Todo escudo puede romperse. Toda red, atomizarse. Toda inseguridad, disolverse. ¿Y si eso ocurre quién me salvará del arte? ¿Lograré que el mundo deje de vernos c

Te cuerpo de menos

Echo de menos el petricor de la habitación tras llovernos sobre las sábanas; dormirnos en su humedad y calidez, como si de una hoguera se tratara.  Echo de menos las formas de tu piel, esculpidas por la sinuosidad, sencillez y belleza del viento, por las que mis manos, como hojas, pueden planear.  Echo de menos tu sonrisa de niña, tus ojos de almendra dulce, tus labios de cera blanda, tu cuello de bailarina, y el campo de espigas del pelo de tu nuca, que al acariciar, acarician.  Echo de menos tu candor maduro, tu inocente inteligencia, tu espíritu de ave pequeña y alas inmensas.  Echo de menos cómo te maquillan tus ojeras, los ríos y enredaderas de tus estrías, tus glúteos de negra y tus senos de aguacate.  Echo de menos tu sexo, su laberinto de pliegues, su humedad que atrapa y cuida al mío cuando te lo guardas dentro.  Te echo de menos desde mi cuerpo, desde mi corazón. A veces ignorando el pensamiento. Echo de menos tu cuerpo, es decir a ti, y todo lo que tienes dentro. Cerrando la