Ir al contenido principal

Entradas

Sed de pájaro

Me encontré con un anciano de piel seca y raída por el tiempo. De manos temblorosas de nervios. De ojos vidriosos de sed. Déjame que me detenga un momento en esta sed, porque era incomprensible. Le llevaba agua y la escupía, o la tragaba sin saciarle. La sed de ese anciano era de otra naturaleza. «No es a mí a quien deberías de cuidar» —me decía. Pero yo no le escuchaba porque el tiempo se acababa. Y no engordaba. Y tocar su piel empezaba a parecerse a tocar una espiga de trigo. Entonces pasó algo que no podía verme venir. De pronto le vi sonriendo como alumbran mil soles. Lloraba de alegría y miraba al suelo. Sobre su mano tenía una pluma verde, preciosa. Ese día dijo: «Ya no tengo sed». Nunca había dormido tan bien desde que le conocí. Sentí una envidia inenarrable, pero no sabía bien a qué. Pero los días pasaban, y esa alegría era fútil como el silbar del viento cuando no hay brisa; que parece un milagro. Y el silbido paró. Y, de pronto, se moría de sed y su piel era, de nuevo, de t...
Entradas recientes

Recuerdos como noches

Cuando la noche se asienta, cuando el día se termina, cercan los horizontes de mis ojos los recuerdos. Esos que veo junto a la estela de mis pasos. Cuando la noche se asienta y su silencio se posa afloran pensamientos en mi mente: los recuerdos  a los que temo. Junto a la estela de mis pasos. Porque mis recuerdos se me aferran como a la piel, cicatrices, como a la retina, luz como al esperar, el tiempo. Puede ser que sean bellos esos recuerdos. Aún me inquietan. Hay carcasas bellas con adentros feos. Porque mis recuerdos se me aferran como la corriente al nervio, como la mano al puñal, como el párpado a lo visto. Y sé bien perderme en ellos —en los recuerdos que son veneno— incluso más que en todos mis pasos mismos. Imagen hecha con Leonardo AI  de ©Shathu Entayla

Ovillejo al amor seguro

El amor, que yo procuro seguro, no duele. Quiero que, libre, libre la paz, sin guerra, del lado amado. Que embalsame al ya curado y que miel dé a la congoja. Que se sienta, quien lo escoja, seguro, libre y amado. Imagen generada con Gemini 2.5 Flash  de ©Shathu Entayla

El espacio en que fui tuyo

Así me miras como si sólo fuera tuyo. como si mi carne y cómo respiro vivieran sólo en tus dominios, como si yo pudiera salir pero fuera quedarme lo que elijo. Me miras como vestida con un traje de prodigio  que dejan vida y libertad a un lado En el que elegí que ya no elijo. Me miras como si solo fuera tuyo. Me miras como si así siempre hubiese sido. Empiezas con uñas como espadas, y me pegas y, sin querer, grito y ese grito y que lo pares pido porque no quiero gritar más pues no gritar más es quitarme ya una libertad que ahora no preciso aunque es precisamente por libertad  (aunque sin parecer verdad) por lo que grito. Me miras como si me crearas  y yo te creo y te doy las gracias. Me cuidas cuando me atrapas. Me haces temerte cuando me amas. Y esas aguas contrarias, que me hacen a mi llorar otras aguas, flaquean el báculo de tus manos y viendo que me rompes, amenazas con parar el viaje hacia el espacio más cercano al ser sin ser hacia el que estábamos andando: a un tra...

El capricho del mundo

¿Y qué hacemos cuando el alma se rompe; cuando entre la canción que nos da orden a la vida y su idea no hay acorde; cuando dicha se asoma y se esconde tan cerca que parece estar adonde está el más alto del más alto monte? Y, si se rompe el alma, ¿quién dispone de reparar, si sólo el alma escoge? ¿Cómo nos batimos cual luchadores del vivir, si alma sueña el porvenir y por venir a él, el tedio se impone y el fiasco reina, y el hastío propone el absurdo como bien y no pone, ni hace, ni crea, ni siembra o recoge? ¿Cómo así se enfrenta uno al sinsentido de estar vivo cuando el propio sentido se proclama antes de que el mundo, nimio,  decida si es propicio para sí mismo? ¿Acaso no es trampa elegir un destino que quizá luego el mundo no te quiso? ¿No da hartazgo decidir lo más preciso y el mundo replique desatinos? ¿Qué hacer cuando el alma se rompe entonces buscando los pedazos del destino que elegiste frente a todos los caminos que fueron ignorados por los orbes? Si alma es materia, áto...

Un soneto de tres

Por hoy somos tres. Madre, padre e hijo. Aunque no siempre fuimos tres, pues fuimos cuatro. Luego el desahucio vivimos. Tres vivimos el vivir sin cobijo. Aquí somos tres. Madre, padre e hijo con vidas distintas que distinguimos viviéndolas. Juntos y no. Es un timo de envejecer y el tiempo, que no elijo. Y un día tres serán dos, y dos, uno. De pronto "juntos" pasará a ser "no". Y poco hay entre "juntos" y "ninguno". De un algo que estuvo y se marchó el uno que quede será el "alguno". Uno entre paredes de lo que amó. Imagen generada con Flash 2.0 (Google)  de ©Shathu Entayla

Ojos de marisma

Tus ojos verdes verdes cobijan como las marismas a las garzas. Y es que con su mismo verde brillan como brillaren las verdes ascuas. Como las marismas, que son puente entre el agua dulce y la salada es tu mirada desembocarme donde juegan la vida y la calma. Me miro en tus ojos como un niño. Te veo, y en tus ojos, que me amas. Y el tiempo entre mis ojos nos mira vivir tan despacio que no avanza. Como un balancín que nunca cae equilibrado como por magia. Como cuando vives los latidos y que parece que no sonaran. Como los momentos de bailar que son como besos sin palabras. Así miran mis ojos tus ojos como a marismas maravilladas. Mis alas se limpian en tus ojos como se limpia el alma en el agua. Mi vida brilla mejor, más fuerte porque lo mejor de ella refractas. Cuando ya se han ido tus marismas no vuelan tan felices mis garzas por eso aprovecho tu salobre: que mis alas queden impregnadas de ti; que mi aleteo recuerde a tu risa libre, de esperanza en el presente; que mi boca hable travies...