Se me escapa. Me posee. Me intimida. Va de lado a lado de mi vida. De punta a punta de mi mundo vagabundo por calles desoladas de gente dolida. De gente desarmada. Náufragos de barcos y navíos colapsados, por vivos recuerdos del pasado que siguen viviendo aunque el barco ha caído. Aunque ido, lo vivido deja una huella, que hace mella en los oscuros y nostálgicos papeles en los que un día escribiste tu destino. La pena es que la tinta se corra y el papel no disponga del arsenal suficiente para combatir a ese etéreo enemigo, osado y archivado, aparentemente. La pena, es que rompa todas y cada una de las estratagemas que planeas, y que la luna de la noche en la que te guareces, deje de aparecer, para hacer ver que ese astro no tiene alma, sólo cráteres y algún polvo mal limpiado. Un planeta dependiente de un sol, quemado de tanto arder, que al universo le danza. Una noche en la que todo viene y todo pasa. En la que la luz del día descansa. En las que los poetas encienden la vela para
Un blog de escritura. De letras que vuelan y no saben adónde. Pero te digo de corazón que todo tiene alma aquí.