Cada vez que veo que por las costuras de tu estima troyanos negros avanzan pretendiendo aniquilarla, tendría una conversación seria con cada astilla, con cada tablón de esos caballos de madera que en ti se cuelan. Y, aunque me hablaran con el idioma de los árboles y como hablar con mármoles hablarles fuera; y, aunque me hablaran con el idioma de la tierra que, en principio, representa todo lo efable -y que por prestigio divino un respeto mereciera- aún así les diría que se fueran. Que en esas costuras de tu estima sólo debieran entrar cosas buenas que mereces que te quieran. Que toda belleza, como tú, tiene grietas, y nadie derecho les ha dado a esos caballos troyanos a entrar ahí por la fuerza. Ellos son pensamientos que te hablan mal de ti y que, si esperas, te hablan con paciencia y que, en el fondo, te alientan. Todo abismo cuando te habla duele siempre y siempre también acierta. Pero tus troyanos no te alientan (o la forma de que lo hagan no encuentras) En tu caso esos troyanos,
Un blog de escritura. De letras que vuelan y no saben adónde. Pero te digo de corazón que todo tiene alma aquí.