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Arenga contra tus caballos

Cada vez que veo
que por las costuras de tu estima
troyanos negros avanzan
pretendiendo aniquilarla,
tendría una conversación seria
con cada astilla,
con cada tablón 
de esos caballos de madera
que en ti se cuelan.
Y, aunque me hablaran
con el idioma de los árboles
y como hablar con mármoles
hablarles fuera;
y, aunque me hablaran
con el idioma de la tierra
que, en principio, representa
todo lo efable
-y que por prestigio divino
un respeto mereciera-
aún así les diría que se fueran.

Que en esas costuras de tu estima
sólo debieran entrar cosas buenas
que mereces que te quieran.
Que toda belleza, 
como tú, tiene grietas,
y nadie derecho les ha dado
a esos caballos troyanos
a entrar ahí por la fuerza.

Ellos son pensamientos
que te hablan mal de ti
y que, si esperas,
te hablan con paciencia
y que, en el fondo, te alientan.
Todo abismo cuando te habla
duele siempre
y siempre también acierta.

Pero tus troyanos no te alientan
(o la forma de que lo hagan no encuentras)
En tu caso esos troyanos,
esos pensamientos que molestan,
en vez de ser
buenos pensamientos
que protejan,
dificultan que tengas paz
y no ganan ninguna guerra.

Y al decirles que se fueran,
les diría que ojalá vieran
(y, que tú también vieras)
lo que brillan tus ojos,
tu risa y tu boca
cuando, bien en paz
tus pensamientos te dejan.
Que hasta Diómedes 
-que nunca perdió reyerta- 
perdería contra tu belleza.
Que Elena se enfadaría con Afrodita
por mentirle al decirle 
que ella era la más bella.
Ojalá vieras
las cotas de tu belleza:
cuando los ojos adecuados, observan,
no hay nada más bello en esta tierra.

Que tendría que ser un delito divino
-so que serlo fuera la única ley de Dios-
que el mundo se te pierda.
Tendría que ser un delito divino
que el mundo pierda tu júbilo 
tu frescura, tu cariño, tu dicha,
y los duendes de tu risa
que es tan grande que abarca
desde tus ojos a lo que pisas.
Tendría que ser delito divino
que el mundo se pierda
el aura blanca que generas;
que se pierdan la paz y la alegría 
es decir, la belleza.

Y no existe alma que esté viva
-y óyeme bien, por si ligas-,
no existe alma que esté viva
que mirando a la belleza
se resista.

Imagen de Malcolumbus en Pixabay

Dedicado, a Vir, por su cumpleaños, y a toda la gente que no entiende que la belleza depende de los ojos que miran.

de ©Shathu Entayla

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