Tamara Kvesitadze
hizo "Ali y Nino":
ese par de estatuas
que se entrelazan
pero que jamás se tocan.
Ali, era musulmán.
Nino, cristiana.
Tamara, quería hablar
de un amor imposible
pero que no se puede borrar.
Yo, no veo eso.
Yo veo dos cuerpos
que de vez en cuando comparten
el volumen de su espíritu
y siendo uno, son ellos.
No es, para mí
el relato frío de las almas
que quieren y nunca se mezclan.
Es, más bien,
el relato cálido de las que
no se distinguen juntas
y que, a la vez
no dejan de ser ellas.
Es el relato de la permeabilidad,
de la identidad humana,
que es bella y una
por ella misma,
pero que cambia de forma
cuando otra la entrelaza.
Y viceversa.
Es, para mí,
el relato que dedicaría a mis manos.
El relato
sobre las pieles que asgo,
que acaricio y que amo.
El relato
de lo suyo dionisiaco,
del éxtasis;
del olvido de uno mismo
en el contacto con otro,
pero sin nunca perder
la esencia en el tacto.
Estas no son las estatuas de Tamara.
Pero, abriendo el corazón
podrían serlo.
Y si fuera cierto...
Ojalá ser literalmente tu obra,
Tamara,
cada vez que quiero amar
con mi cuerpo.
Cada vez que me aman
con sus dedos
sus pechos, sus cuellos,
sus ojos sin tiempo,
frenado por la divina
metafísica
extática
y lisérgica
tarea
de amar de corazón
con la piel al descubierto.
Una piel de jirones de acero
que se cosen al tocar el tiempo
entre nuevos momentos
en los que la piel es verbo.
Ojalá literalmente ser tu obra
Tamara
para, siguiendo siendo yo
ser, también, el resto
y crear en cada caricia,
en cada abrazo ,
y en cada beso
un nuestro nuevo,
un nuestro, nuestro.
Dedicado, por un lado, a esta estatua de Tamara que, últimamente, me sirve tanto para explicar la poética de mi afecto. Y por otro, a toda la gente que me deja escribir con mis manos en su piel, a la que adoro ❤️.
de ©Shathu Entayla
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