Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de enero, 2014

Nunca. Te quiero

Nunca... Nunca antes así... Nunca te había echado así de menos Entre sollozos sordos, y risas sin sonrisas cada palmo de piel, cada gramo de sal en mis lágrimas, añora todo de ti: te añora a ti. Entre ojos cabizbajos. Entre gritos inaudibles de los que no se conoce su verdadero significado. No quiero decir lo que siento aunque quizá ya lo esté diciendo. Nunca creí que sería así tener un sueño... Que tener esperanza de cumplirlo te hiciese temer perderlo. Te quiero y estoy muriendo por quererte aquí, conmigo por amarte entre recuerdos.

Peces

Como dos peces en la orilla nuestras aletas revolotean arrancando densa arcilla a lo largo de la playa. Como dos peces en un lago nadamos en mismo agua de apariencia transparente para vernos bien las caras. Y poco a poco nos conocemos al salirnos las espaldas de esas branquias agitadas que ahora narran y no nadan y te veo nadar en lágrimas. Nuestras lágrimas derramadas persona y persona sobre el agua de confesiones concentradas Concentrados en los gritos de nuestras bocas ya besadas que con los puntos cardinales se pierden entre tu alma Concentrados en amarnos es el camino que me narra el haber estado nadando y haber salido de las aguas. Concentrados en amarnos dejados muertos sobre el agua muriendo de amor, pero muertos de amar tanto a quien nos ama.

Muerte en mi copa. Falopa en mi alma rota.

Veo saliendo hacia mi copa hojas de papel entre mi ropa. Nuevas, rotas, y algo cojas con instantes que me evocan. Luz de entera muerte roja y hedor de almas en mis hojas que matan con la droga roja a su virgen y bruta forma. Muerte roja y alma rota son falopa roja en llena copa que derramo vana en mis hojas en instantes que ya no importan. Muerte aparco y ya no toca esa droga de mi ropa que vestía mi alma rota y mi copa no es tan roja. Vivo vivo y sin mi copa con mis hojas entre hojas desterradas con las rojas drogas vanas de mi ropa. Vivo vivo y sin mi ropa y mi alma me despoja de mi mente que mataba voluntades con falopa.

Te conocí en Madrid

Te conocí en Madrid donde siempre viví. Te besé justo allí antes de verte ir en el avión, lejos de mí. Te conocí en Madrid pero en Vigo ter reconocí y allí fue donde conocí a los verdaderos mil besos con los que en tí me escondí. Te conocí en Madrid ¡Y volviste a venir! Y nos fuimos al Jardín del Moro. Y por ahí, donde nadie nos dijo de ir. Pero volviste a partir... Te conocí en Madrid. Más de una vez te ví venir y luego partir pero se que si vuelves a venir ya nunca te volverás a ir. (Y eso me hace feliz)

Marina da mar, y nada

Allí me encontraba, como siempre, mirando al mar Marina, especialmente en el momento en que sus olas son más fuertes. Cuando al chocar contra la superficie del agua se oye un sonido hueco pero ruidoso, o cuando choca contra la tierra, que mil rocas se desprenden porque no son capaces de aguantar la fuerza con las que el agua las arranca y las atrae hacia sus profundidades. Era un ocaso de tormenta en la playa. Cientos de rayos caían al mar, que más que ser cristalino, estaba cristalizado. Como si la luz a la que mis ojos ponían atención no proviniese de los rayos, sino del mismo agua. Había bandera roja aquella tarde. Ni si quiera había socorristas. Todo el mundo estaba en casa, quizá viendo la televisión o tomándose algo caliente. Sin embargo, yo estaba a boca de playa, dejando que la espuma del mar me cubriese los pies, hasta arroparlos. Y el mar seguía enloquecido en el horizonte, pero en la playa se mantenía tranquilo. Estaba bien para que un acostumbrado al mar como lo

Ventana Opaca

Acabé de cenar y entré en mi habitación , como todas las tardes, y como todas las noches, sabiendo que era poco probable que volviese al salón donde había cenado y donde estaban mis padres. Encendí la luz de la lámpara de mi habitación, la del escritorio. Luego le di a otro. La pantalla se iluminó frente a mí, contrastando con las sombras que había en mi habitación a estas horas de la noche, precisamente, por las luces que yo mismo había encendido.   Después levanté el visillo y subí la cortina, como siempre, para no sentirme encerrado, aunque me estuviese engañando a mí mismo. Por la ventana veía todo difuso pues, dentro de mi habitación, había demasiada luz y esta cubría mi visión más allá de ella. Yo seguí a lo mío, escribiendo en el ordenador y chateando en las redes sociales . Pero me di cuenta de que algo no iba bien. Miré a la ventana y vi mi propio reflejo. La luz, a oscuras, convertía el cristal en espejo, parcialmente. Apagué las luces y miré por la ventana al ver

Sobre Mi Briografía

No Importa

No hace mucho tiempo estaba allí con mis hijos, Anouk y Oliver, sentado en el salón. Y ellos siempre me hacían preguntas. -           - Papá, ¿dónde está mamá? –me preguntaba Anouk con interés-. -           - No sé, imagino que estará en nuestra habitación –contesté-. -           - Y por qué estaba llorando. Estaba muy triste, papi –me dijo Oliver algo decaído-. -           - Cosas suyas, ya se le pasará. -           - ¿Y por qué no vas a decirle algo? –preguntó Oliver-. -           - Luego iré a hablar con ella. -           - Pero, ¿por qué no vas ahora? Si vas ahora mamá estará mejor antes –propuso Anouk como obviamente-. Entonces apareció Freddy, nuestro perro, que de pronto se puso en el reposabrazos del sillón, mirando a donde se había ido la madre mis hijos. Luego nos miró a nosotros. Llevaba así un buen rato. -           - ¿Veis a Freddy? -           - Sí –contestaron al unísono-. -           - ¿Sabéis de donde salió Freddy? -           - No –dijeron del