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Los nombres de tu piel


Te recuerdo –y hasta siento–
en otras pieles.
Diferencio su manera de respirar
con la tuya.
Diferencio su manera de dar cabezazos
con la tuya.
Diferencio su manera de ponerse cursi
con la tuya.

Y, aunque no negaré
que me gusta ver otras formas,
–al fin y al cabo
es afecto sin coste–
Prefiero las tuyas.

En otras pieles encuentro,
cariño y amor,
pues todo humano quiere amar.
Pero tu piel es
la única piel
donde reencuentro la mía.

Quizás la novedad me seduce,
la disposición al amor me seduce;
una expresión cálida
y un cuerpo bonito
me seducen
–como un cuadro fauvista:
a pesar de mí.

Pero no es sólo lo que me seduce
lo que se queda dando vueltas
en mis cierzos y olas
toda la noche.

También tu ausencia
la tendencia de mi piel
a recordarte
aunque pasara una noche
por una esquina de carmín.

Seguramente, borracho;
cachondo, pero borracho;
melancólico y desarmado
sonreiría.

Tiraría el condón a la basura
y bandearía cada caricia
que recibí de otra piel.
Y sobre ese placer
efímero;
hermoso como una ola al romperse,
pero igualmente efímero;
erigiéndome con mi voluntad de amarte,
–¡a ti! –
como bandera
blancamente gritaría:

“¡Gracias por estar aquí
y permitir que está embriaguez
de alma enamorada
supla tu ausencia
sin adolecerla!
¡Con esperanza!
¡Gracias por el cariño
que has puesto, para mí,
en todas las pieles que abrazo,
aunque no sean las tuyas!
¡Gracias por hacerme sentir
tan libre
que me condene a jamás
poder olvidarte;
poder olvidarnos!” 

Imagen de Pexels en Pixabay

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