Susurro de
hierba
Alegoría escénica de una violación y media a dos menores
DRAMATIS PERSONAE
Un niño y/o niña con apariencia de
adulto que cambia de identidad su identidad.
Otro niño y/o niña con apariencia de
adulto que no cambia de identidad.
PASTOR, un pedófilo.
CAPITANA DEL DESIERTO, un susurro.
AVIONES, muchos susurros con olor a
nubes.
CUADRO ÚNICO (VIOLACIÓN SOBRANTE I)
– ¿Lo ves? Siempre hay un susurro.
– ¿Lo ves? Siempre hay un susurro.
–
¿Un susurro de qué?
– De hierba. Y huele a nubes.
– De hierba. Y huele a nubes.
De pronto un avión sobrevuela el cielo dejando una estela. Ambos se quedan mirando.
–
¡Mira! ¡Por ahí va uno!
– Es cierto… huele a nubes.
– ¡Va directo hacia el aire! ¿Lo ves? ¡Como un suspiro! ¡Hacia el aire!
– Es cierto… huele a nubes.
– ¡Va directo hacia el aire! ¿Lo ves? ¡Como un suspiro! ¡Hacia el aire!
Pausa.
–
Pero no entiendo lo de la hierba.
–
(Enfadado.)
¿El qué?
–
La hierba… Lo de que un suspiro huela a nubes,
lo entiendo. Pero no sé qué tiene que ver el olor a nubes con la hierba.
–
(Cínico.)
Claro que no lo entiendes.
–
(Ofendido.)
¿Un suspiro de hierba? ¿Qué soy, una llama escupiendo con la boca llena?
–
No. Con la boca vacía. Las llamas se comen la
hierba. No la escupen.
Se acerca un PASTOR con una vara de hierro fina como un alfiler. Es tan
fina que los demás personajes no la ven. Sólo ven arena ceder bajo el peso de
algo que las aplasta.
PASTOR. –
¡Buenos medios días!
– (A su compañero.) Y este, ¿quién es?
– (A su compañero.) Y este, ¿quién es?
PASTOR. – Me
llamo Pastor, y soy pastor.
– ¿Qué coño…?
– ¡Vaya! ¡Yo soy De Henares! ¡Encantado!
– ¿Qué? ¡Espera, un según…!
– ¿Qué coño…?
– ¡Vaya! ¡Yo soy De Henares! ¡Encantado!
– ¿Qué? ¡Espera, un según…!
PASTOR. –
¿Por qué preguntas tanto? ¿Qué dudas?
–
No sé. No se suelen ver pastores por el
desierto, ¿sabe?
DE HENARES. –
¡Mira! (Los tres se quedan mirando una
capitana de ramas que cruza el escenario solemnemente) ¡Un susurro! ¡De
madera azul! ¡Y huele a tierra!
PASTOR. – (Perversamente.) ¡Madera azul! ¡Cuánto
hacía que no veía un susurro de madera azul! (Les mira con lascivia)
DE HENARES. – (Al otro.) ¿Ves? ¡Te lo dije! Te dije
que venir al desierto merecía la pena. (Al
pastor.) Estábamos discutiendo hace un segundo sobre los susurros de
hierba, pero él no los ve.
PASTOR. –
Pero si es lo más común del mundo. ¡Esos y los de metal! Mira…
El PASTOR exhala en la cara de DE HENARES como quien saca vaho de una bolsa de papel. La cara de DE HENARES se tiñe gris brillante. Luego grita.
DE HENARES. – ¡Ah!
Se retuerce por el suelo. Se levanta y se queda quieto un instante. Desde su quietud empieza a temblar y se echa a andar hacia el pastor. Se petrifica cuando sus labios están a punto de tocar los del PASTOR. El otro, ojiplático.
EL OTRO. – (Les mira a ambos, asustado.)
PASTOR. – (Le guiña un ojo lascivamente.)
EL OTRO. – (Se espanta.) ¡Pedófilo!
PASTOR. – (Coge aire como un dragón.)
EL OTRO. –
(Se petrifica. Le sale una mancha gris en la frente)
PASTOR. – (Plácidamente.) ¡Aaah! ¡Qué bien os
huelen las frentes a metal!
El gris de EL OTRO desaparece. El PASTOR anda hacia EL OTRO pasando su
varilla invisible a cada paso, dejando tras de sí hoyuelos minúsculos en la
arena.
EL OTRO. – (Se deja coger.)
PASTOR. –
¡Auténtica madera azul! (Depravadamente.)
¡Auténtica! ¡Auténtica!
Le abre la camiseta a EL OTRO. Pastor le mira con lascivia. De pronto
su pecho estalla en hierba y hebras de madera azul sobre él. El pastor queda
ciego del impacto de las hebras en sus metálicas pupilas.
PASTOR. – ¡Maldito! ¡Hierba!
MALDITO. – Yo
también sé susurrar, pero no susurro temor. (Le coge la vara de hierro y se la parte. Esta se hace polvo.)
¿Dónde están ahora tus ovejas, Pastor? ¿Qué arena ferruginosa comerán ahora con
tanta hierba?
PASTOR. –
Tengo tu madera azul…
El PASTOR cae gritando de dolor y se retuerce. Maldito va hacia DE
HENARES y le da un beso en la nuca abrazándolo por detrás. El pecho de DE
HENARES estalla en hierba.
HENARES. – (Con alegría.) ¡Maldito!
MALDITO. –
¡Maldito soy yo! (Se abrazan extasiados.)
HENARES. –
¿Qué te ha hecho ese hijo de puta?
MALDITO. – Intentar
violarme. A ti creo que lo ha conseguido.
HENARES. –
¡Vaya! No me acordaba… fue tan horrible
HENARES se lleva las manos a la cabeza. MALDITO le cierra la camiseta
como lo haría una madre y medio padre.
MALDITO. – (Lo abraza y lo besa en el cuello.) Tranquilo.
El PASTOR, aún en cuadrupedia sobre el suelo sin poder levantar la cabeza escupe gris en el suelo, y empieza a volverse de metal la arena bajo sus pies.
MALDITO. – (Con tono de insulto.) ¡Pastor!
PASTOR. – (Con tono de insulto y de miedo.)
¡Maldito!
HENARES y MALDITO se van alejando
poco a poco de la masa gris que va hacia ellos. La masa gris es imparable y los
acorrala.
HENARES. – (Coge del cuello a MALDITO.) ¡Toco madera!
MALDITO.
– (Haciéndole
lo mismo a HENARES.) ¡Toco madera!
Se aprietan el cuello mutuamente. Sus cuellos se vuelven azules. Caen
desplomados sobre la arena que, formando una ola épica, cubre de frente el
manto ferruginoso que les acechaba y al PASTOR con él. Pausa dramática. HENARES
y MALDIT se dan la vuelta a la vez y hacia el mismo lado exhalando de alivio.
AMBOS. – (Suspiran de alivio.)
Una capitana del desierto cruza el escenario en sentido contrario al que lo hizo al principio la última vez. Se queda parada y balanceándose suavemente sobre el lugar en que estaba la cabeza del PASTOR. El matojo se puebla de hierba hasta parecer una pelota verde. HENARES y MALDITO miran al cielo y suspiran de nuevo.
MALDITO. – ¡Esto sí que es un suspiro de hierba!
HENARES. –
Te lo dije
MALDITO. –
¡Y huele a nubes!
HENARES. – Nos
habremos muerto y tendremos el cuello azul pero nos hemos llevado a ese hijo de
puta con nosotros.
MALDITO. – Y se
ha quedado bajo nuestra hierba. De su fina vara ya no queda ni rastro. (HENARES llora súbitamente.)… Siento que
te violase. No lo vi venir.
HENARES. –
Tranquilo. Eso no puede verse ni olerse. Sólo huele el metal cuando se te come
la piel.
MALDITO. – (Le besa en la frente. HENARES sonríes
plácido. MALDITO muerde y arranca un trozo de carne gris de la frente de
HENARES y se la traga.)
HENARES. – ¡Ah!
¿Qué ha…?
MALDITO le besa en los labios cortamente y
le abraza mientras habla.
MALDITO. –
Tranquilo, Henares. Yo estoy maldito, pero tú estarás a salvo.
HENARES. – (Soltándose.) ¿Qué?
A
MALDITO se le pone la frente negra. A HENARES se le quita.
HENARES. –
Esto no tiene sentido… ¡Me violó a mí!
MALDITO. – No… Lo que pasa es que no te acuerdas. Lo
pasaste tan mal viéndome sufrir, que crees que lo sufriste tú. Yo ya no tengo
madera azul.
HENARES. –
¿Cómo que no? ¡Mira! (Intenta morderle en
la frente.) ¡Ah! ¡Qué duro está!
MALDITO. – Es
metal, Henares. Metal maldito.
Llueve hierba y pasan doce aviones por el
cielo haciendo entre ellos trenzas acrobáticas. Ambos miran pasmados. HENARES
abre la boca y deja caer en ella trozos de hierba. Mastica un rato. Silencio
mientras llueve hierba.
MALDITO. –
¿Qué haces? (Le escupe la hierba en la
cara.) ¡Ah!
HENARES
se precipita a coger un montón de hierba caída y restregársela por la frente
frotando muy fuerte. Las hebras de hierba que le pone se manchan de metal.
Rápidamente coge las hebras y las entierra bajo la arena. La frente de MALDITO
es ahora gris clara.
MALDITO. –
¿Qué has hecho? ¿Qué haces? ¿Qué haces, Henares?
HENARES. –
Tranquilo, tranquilo… Solo te susurraba hierba con olor a nubes.
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