Hace pocos días se cambió
la hora de verano
por la de otoño.
Un día de veinticinco horas.
Una hora de más, un tropiezo
que más que otoño
hace anochecer invierno.
Y yo llego, hoy lunes morado,
hecho de otoño de invierno,
a mis tejas.
¡A mi casa de tejas, puerta
y ahora, ausencia!
Casa como fin del nido de mi futuro;
como lápida de la esperanza que tuve en ella
antes de que me la robaran. De perderla.
Aún recuerdo el espíritu del estío
que durante tres meses me dio el sudor
para evitar que robasen mis tejas.
Aun recuerdo el llegar del invierno.
Llegó la ausencia
y la gotas del espíritu estiado
se hallaban congeladas en la yerba
del campo de la Justicia.
Luché por no verla
irse de mí. Pero fuese mi casa
a la ausencia. Y vacía quedó.
Sin nadie. Sin mí.
Y moradas son ahora sus tejas.
Ahora vivo en la casa de al lado.
Al lado veo moradas tejas
que ya no cumbren mi cabeza.
Arrancaron mi hogar de las noches que pasé en ella.
Ahora vivo en la casa de al lado
con el frigorífico desanclado en el salón;
la cocina tiene forma de encimera sin estantes
el baño, de agua sucia, y ducharse
es siempre con rabia o cucarachas.
Ahora vivo en la casa de al lado
y la cocina tiene forma de encimera sin estantes
y donde debieran haber estantes
estan en cajas, los recuerdos de mi vida
preparados para mudarme.
¡Tranquila, vida mía!
¡Que esta es tu última semana.
y la mudanza ya he comenzado a otra casa!
Cierto es que no encontraré
mis tejas robadas moradas
pero tampoco viviré en la casa de al lado
que como hogar no guarda.
Ahora vivo en mi no-hogar de al lado
de mi casa; al lado de la casa
de mis tejas robadas moradas
que ahora protegen mi ausencia.
Ahora vivo en mi no-hogar de al lado
y el frigrorífico desanclado estaba vacío.
Las camas, cajas y muebles empolvados
estaban asestados de ropa por doblar
en nuestras habitaciones
-que son sólo trasteros de almohadas y colchones-.
Hoy he llegado a mi no-hogar
y he pensado que mañana
quedará menos para encontrar
hogar
en la casa a la que se dirige la mudanza
¡De la que es hora ya!
Y tú
casa sin tejas moradas,
lápida, en breves, lapidada;
querida que vida guardas en cajas.
Aquí te quedarás.
Con tanta ausencia como quedó mi verdadero hogar
al otro lado
con mis tejas moradas robadas.
Y yo
viviré,
y tu muerte en mi ausencia
se quedará solo con algunas cajas de vida
y sólo en eso podrás llamarte hogar.
Pero más hogar será la casa
a la que me mudo
y que guardará las cajas de mi vida
que ya te faltan.
¡Adiós, tejas moradas!
¡Adiós, no-hogar!
¡Adiós, antiguas casas!
la hora de verano
por la de otoño.
Un día de veinticinco horas.
Una hora de más, un tropiezo
que más que otoño
hace anochecer invierno.
Y yo llego, hoy lunes morado,
hecho de otoño de invierno,
a mis tejas.
¡A mi casa de tejas, puerta
y ahora, ausencia!
Casa como fin del nido de mi futuro;
como lápida de la esperanza que tuve en ella
antes de que me la robaran. De perderla.
Aún recuerdo el espíritu del estío
que durante tres meses me dio el sudor
para evitar que robasen mis tejas.
Aun recuerdo el llegar del invierno.
Llegó la ausencia
y la gotas del espíritu estiado
se hallaban congeladas en la yerba
del campo de la Justicia.
Luché por no verla
irse de mí. Pero fuese mi casa
a la ausencia. Y vacía quedó.
Sin nadie. Sin mí.
Y moradas son ahora sus tejas.
Ahora vivo en la casa de al lado.
Al lado veo moradas tejas
que ya no cumbren mi cabeza.
Arrancaron mi hogar de las noches que pasé en ella.
Ahora vivo en la casa de al lado
con el frigorífico desanclado en el salón;
la cocina tiene forma de encimera sin estantes
el baño, de agua sucia, y ducharse
es siempre con rabia o cucarachas.
Ahora vivo en la casa de al lado
y la cocina tiene forma de encimera sin estantes
y donde debieran haber estantes
estan en cajas, los recuerdos de mi vida
preparados para mudarme.
¡Tranquila, vida mía!
¡Que esta es tu última semana.
y la mudanza ya he comenzado a otra casa!
Cierto es que no encontraré
mis tejas robadas moradas
pero tampoco viviré en la casa de al lado
que como hogar no guarda.
Ahora vivo en mi no-hogar de al lado
de mi casa; al lado de la casa
de mis tejas robadas moradas
que ahora protegen mi ausencia.
Ahora vivo en mi no-hogar de al lado
y el frigrorífico desanclado estaba vacío.
Las camas, cajas y muebles empolvados
estaban asestados de ropa por doblar
en nuestras habitaciones
-que son sólo trasteros de almohadas y colchones-.
Hoy he llegado a mi no-hogar
y he pensado que mañana
quedará menos para encontrar
hogar
en la casa a la que se dirige la mudanza
¡De la que es hora ya!
Y tú
casa sin tejas moradas,
lápida, en breves, lapidada;
querida que vida guardas en cajas.
Aquí te quedarás.
Con tanta ausencia como quedó mi verdadero hogar
al otro lado
con mis tejas moradas robadas.
Y yo
viviré,
y tu muerte en mi ausencia
se quedará solo con algunas cajas de vida
y sólo en eso podrás llamarte hogar.
Pero más hogar será la casa
a la que me mudo
y que guardará las cajas de mi vida
que ya te faltan.
¡Adiós, tejas moradas!
¡Adiós, no-hogar!
¡Adiós, antiguas casas!
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