Tu voz me acaricia
cuando tus manos no pueden.
Y ahí estás, mirando algo inerte;
algo que debería ser yo,
pero no es más que luz
y ventanas graficosas
que me miran. Y me ves.
Y yo
a través de otro algo inerte
que no es más que luz
y ventanas graficosas
que te miran. Te veo.
Y tú
acariciándome con la voz,
en vez de con tus manos
que no pueden acariciar
a algo inerte, que no soy yo
y no pueden consolarme.
Pero tu voz sí puede.
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