Ir al contenido principal

Degustando el Invierno

Mis pies aún sienten la nieve crujiendo bajo ellos. La mouse blanca que piso se apelmaza cerca del suelo. El viento azota los pinares blancos de invierno, como si sus hojas fueran cabellos verdes y finos. Los troncos son balizas alineadas que me marcan el camino hacia una espesa masa de pintura blanquecina que me priva de ver el amanecer invernal en el horizonte. La niebla decide acurrucarse cada vez más en mis ojos.
La nieve sigue crujiendo bajo mis pies, y los cabellos verdes, que de vez en cuando se desprenden, llegan ovalados a mi mano y cubiertos, como un regalo, en un envoltorio de escarcha, que decide abrirse él solo. Me mojan los guantes, que absorben el agua como una esponja.
Poco a poco, un aguarrás invisible diluye la niebla, y al fin puedo ver el paisaje. Las cintas brillantes de una piñata amarilla, dan luz a todas los picos nevados de la sierra. Parece que quiera coquetear conmigo, como si quisiera hacerme jugar con los huecos de luz que dejan las ramas frondosas sobre mi ropa cuando el viento las mueve.
La timidez de la luna que tenuemente se desprende de su opacidad, y la piñata sobre mi cabeza me hacen ver que se acerca el mediodía.
Veo que la mouse blanca se derrite y empiezan a caerme envoltorios de regalo de hojas en forma de gotas sobre el suelo. El viento ha parado, y los pinares me señalan de nuevo el camino.
De pronto escucho un ruido tranquilo; como ese ruido permanente en la ciudad que no notas hasta que ves pasar los coches. Yo veo pasar una cascada.
Estoy en la parte más alta de la llanura y sólo me separan de la cascada unas cuantas yardas de canela mojada.
Poco a poco escucho más fuerte el sonido del agua corriendo abismo abajo, como si un depredador  rugiese mientras se acerca a mi cuello. Me dejo matar.
Como si de una llama se tratase, un olor a pino y agua dulce me parasita los pulmones, robándome cualquier malestar que hubiese en ellos, y cualquier enemigo de mi conciencia. El aire me entra frío, y se sale con vida en forma de pintura blanquecina.
La mouse bajo mis pies ha dejado paso completamente a la canela, y ya no cruje. Ahora hay un depredador deseando pegarse un festín conmigo, comiéndose la luz que se refleja en el agua y el desgaste de la roca al llegar al fondo de ese abismo. Yo, tumbado sobre canela y cabellos verdes, prefiero comerme el paisaje cerrando los ojos.



Comentarios

Popular Posts

Compañero de Cama

No estoy seguro de quién me mira. No estoy seguro de quién me cura. Miro al aire y nadie mira. Miro al cielo y no me ayuda. El cielo es mi espanto en la penumbra pero mi salvador cuando es de día aunque es vano el sol que me deslumbra. Cuando cae la noche y el miedo alumbra me hago una pregunta que nunca diría: Si estoy tan solo y mi miedo me oculta, ¿Quién cuida y duerme con la luna? A lo mejor ella también se lo pregunta...

Cacatúa (poema-calambur)

¡Caca tuya, cacatúa…! Cacareas cacas, rea… ¡Cacatúa! ¡Cacarea! Carámbanos vanos, cacatúa, es lo que sale de tu cacareo. Rea de cacas tuyas eres, cacatúa. Rea de tus deseos. Sueñas cacatúa, cacas tuyas. ¡Cacarea! ¡Rea! ¡Cacarea tus deseos! ¡Carámbanos de sueños ¡Vanos anhelos! Cacas tuyas, cacatúa son tus cacareos ¡Cacatúa! ¡Caca túa! ¡Túa! ¡Caca rea son tus sueños! Imagen libre de Wikipedia Sátira poética a la vanidad de

Flores en el asfalto

Hay personas que duelen  de lo que alivian que matan las nubes de tormenta que apartan las aguas negras; esas con hábito de vorágines que nunca cesan. Hay personas que devuelven el brillo al alma el edén al fruto la esencia a la esencia y la enrutan y la soterran para que crezca justo así en vertical para que seas  como la flor que brota del asfalto como el pájaro que descansa en la catenaria como la pausa de paz en el bombardeo; para que seas. Hay personas que habitan  tu piel y te dejan la suya; que apartan la ciudad y, en sus escombros, te encuentran. Ojalá vivir más  en esas personas dolorosas devolvedoras, habitantes y encontrosas. Ojalá vivir más en quien ama con belleza Ojalá vivir más y que el más que viva sea con ellas. Modificación de una imagen de PhilippLE  en Pixabay Dedicado a La Tribu de los Idos, especialmente a Esther, Leyre, Sara, Karina y Buda  de ©Shathu Entayla