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San Sin Santo - III: Rejuveneciendo



Lo primero que hice al llegar a San Con Santos fue dejar allí mis maletas. Entonces llegué a un descampado con una señal enorme que ponía “solidaridad”. Entonces me enamoré, en vez de que me atropellaran. Lo del camión y tal fue igual. 

Este era el mundo normal al que nunca había sabido ir. Y ahí está el amor de mi vida al otro lado de la acera. Lejos de San Con Santos y de San Sin Santos. Cerca de mí.
Me acerqué a saludarla, y me dio una moneda. Me dejó ir y desapareció como una vez había desaparecido mi amor de mi vida en San Sin Santos, y que había hecho que dejase de ver putas como personas decentes.

Ahora soy una mendiga. Me ceden el paso dándome parte de su zumo de naranja en forma de un amuleto que es “naranja en un ceda el paso”, o sea, una mierda de moneda. Sí, es triste que sus recuerdos no sean más que lo que vale una moneda. Me caen carritos.

Estoy muy preocupada. Siempre he preferido que los calvarios que he vivido me los sirvan en zumo de naranja, y la gente me vomita el suyo. No valoran las naranjas. Sin embargo ahora soy más cuerda. Cada vez que veo pasar gente ya no me quedo pensando si esa podría ser mi madre, o el amor de mi vida. Mi madre no murió en una guerra ni nada parecido, murió en el parto, pero sí es cierto que yo no tengo nombre y, aunque lo tuviese, no creo que le interesase a nadie. Total, solo soy una boyera busca lunas, cediendo el paso y zumos de naranja a putas como Patty.

No debería de haber salido de San Sin Santo. Hay viajes que es mejor no hacer. Vivía una mentira. Me encantan las mentiras. No hay mayor mentira que creerse una verdad.

Pues nada, yo seguiré aquí acostada, como siempre. Creo que hoy me toca regresar a mi infancia, a San Sin Santo, con mi madre, Patty. Pero creo que esta vez no me voy a separar de ella. Estoy seguro de que me pondrá un nombre precioso. 

Sigo preocupada, por ser tan normal.  Me encanta San Sin Santo, sobretodo los zumos de naranja, y más aún los ceda el paso. Quiero que me atropellen.

 Fin


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