Lo primero que hice al llegar a San Con Santos fue dejar
allí mis maletas. Entonces llegué a un descampado con una señal enorme que
ponía “solidaridad”. Entonces me enamoré, en vez de que me atropellaran. Lo del
camión y tal fue igual.
Este era el mundo normal
al que nunca había sabido ir. Y ahí está el amor de mi vida al otro lado de la
acera. Lejos de San Con Santos y de San Sin Santos. Cerca de mí.
Me acerqué a saludarla, y me dio una moneda. Me dejó ir y
desapareció como una vez había desaparecido mi amor de mi vida en San Sin
Santos, y que había hecho que dejase de ver putas como personas decentes.
Ahora soy una mendiga. Me ceden el paso dándome parte de su
zumo de naranja en forma de un amuleto que es “naranja en un ceda el paso”, o
sea, una mierda de moneda. Sí, es triste que sus recuerdos no sean más que lo
que vale una moneda. Me caen carritos.
Estoy muy preocupada.
Siempre he preferido que los calvarios que he vivido me los sirvan en zumo de
naranja, y la gente me vomita el suyo. No valoran las naranjas. Sin embargo
ahora soy más cuerda. Cada vez que veo pasar gente ya no me quedo pensando si
esa podría ser mi madre, o el amor de mi vida. Mi madre no murió en una guerra
ni nada parecido, murió en el parto, pero sí es cierto que yo no tengo nombre
y, aunque lo tuviese, no creo que le interesase a nadie. Total, solo soy una
boyera busca lunas, cediendo el paso y zumos de naranja a putas como Patty.
No debería de haber salido de San Sin Santo. Hay viajes que
es mejor no hacer. Vivía una mentira. Me encantan las mentiras. No hay mayor
mentira que creerse una verdad.
Pues nada, yo seguiré aquí acostada, como siempre. Creo que
hoy me toca regresar a mi infancia, a San Sin Santo, con mi madre, Patty. Pero
creo que esta vez no me voy a separar de ella. Estoy seguro de que me pondrá un
nombre precioso.
Sigo preocupada,
por ser tan normal. Me encanta San Sin Santo, sobretodo los zumos
de naranja, y más aún los ceda el paso. Quiero que me atropellen.
Fin
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