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El Astronauta (V) - "la Cuenta Pendiente"

Volvimos a la playa donde nos habíamos visto por primera vez. Nos bañamos juntos, nos echamos agua, nos reímos y nos caímos torpemente; nos tiramos arena, nadamos y disfrutamos como niños que éramos. Hasta nuestras "almas" se lo pasaron bien.

Al atardecer, salimos del agua. Ella tenía frío, así que la arropé. Más tarde cuando el sol estaba apunto de ponerse, nos fuimos al árbol en el que me había estado esperando.

Nos abrazamos y nos caímos al suelo. ¡Fue divertido!
   - ¿Por qué me miras así? -dijo Lucía-
   - Tus ojos son muy bonitos, y más con este sol. Mira.

Se miró en un reflejo de un charco que había a nuestro lado.
   - Es verdad.

Yo seguí mirando el charco y ella se levantó.
   - Oye -me dijo-
   - Dime.

Se acercó a mi cara y me dio con su nariz agitando la mía. Nos empezamos a reír. Cuando abrimos los ojos, seguíamos el uno enfrente del otro.
   - Me quedaría para siempre mirándola a los ojos -pensé-, siempre, siempre...
Antes de que pudiera pensar, se acercó y puso sus labios en los míos, haciéndome cerrar los ojos...
   - Me ha gustado, dije...
   - Y a mi -dijo ella cándidamente-

Volvimos a hacerlo. Fue mas corto. Nos quedamos mirándonos. No sé cuánto tiempo después, nos abrazamos.
En ese momento, de repente, nuestros cometas volaron hacia el cielo y se chocaron, como tropezando el uno con el otro. La explosión, de mil colores, hizo que la noche, recién arribada, pareciese de día.
   - Sabes lo que eso significa, ¿no? -me dijo-
   - Sí, que eras mi alma gemela.
   - No, que estaremos juntos siempre.

Días después, faltos de comida, y llenos de besos, ambos morimos, abrazados, siendo el último vestigio de la humanidad, pero no sólo de eso, sino de algo capaz de levantar una montaña y de destruir un planeta. De algo mucho más importante.

FIN

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Flores en el asfalto

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