Aguas de
todas partes contienes.
Cuatro
naciones te pueblan
con
distintas banderas y morales.
Entre la
rojez propia de la guerra
tu rojez es
literaria
y unifica;
tus corales
y medusas sin tentáculos,
tus espinas
traicionares en la arena,
tus playas levantando las faldas del Sinaí
y por el
otro lado amurallando Arabia
todo tú
eres paz.
Una paz
inhóspita. Despoblada.
Agresiva.
Estás
rodeado de desierto.
Y tu
desierto solo lo habitan
comercios
cerrados, pueblos pequeños
y turistas
cegados por la estrella de un rey.
Tus aguas
son verdes, moradas y azules
desde la
orilla.
Supongo que
al mezclar esos colores
el alma se
enrojece
y de ahí tu
nombre…
o porque
quemas con el desierto que te sitia
o porque tus
atardeceres sinaíes son rojos
o porque las
montañas que te cercan son granas
(¡vaya a
saber Moisés!)
lo cierto es
que llevas en tus golfos
el rojo en
sus dos caras:
el del amor
y el de la guerra;
y en tu
desierto, ambos se juntan
(¡الحمد لله)
y se vuelven
agua y arena.
El Mar Rojo desde Nuweiba |
de ©Shathu Entayla
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