Ir al contenido principal

La voz de la luz cálida

El frío congela mis ojos
y no puedo ver más
allá de lo que veo.

La luz irradia vida.
Calienta mi alma
y me susurra con tu voz.
Me dice:
"Te perdono",
"Te quiero",
"Te recuerdo".

Pero mis ojos no pueden salir.
Una prisión de hielo
me separa de ti.
Y desde ese hielo grito:
"Perdóname",
"Te quiero",
"Te recuerdo".
Aunque se oye tan tenue
que ni el hielo vibra.

Aun así, tú sabes escuchar.
Y sonríes
a mi lado
esperando a que la luz
que calienta mi alma
te abrace,
te bese.
Me descongele.

Y camino contigo
hacia donde el frío se aleja;
donde no puede llegar.
Donde mis ojos se mueven
y pueden ver más allá
del hielo.
Donde te quiero sin frío
que lo impida.
Donde escucho susurrar tu voz:
cada fotón de luz
que me da calor en esta tierra.

Comentarios

  1. Me asombra y me encanta tu precoz sensibilidad. Algunos de tus versos no me importaría que fueran míos. Bravo, y sigue así.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Popular Posts

El espacio en que fui tuyo

Así me miras como si sólo fuera tuyo. como si mi carne y cómo respiro vivieran sólo en tus dominios, como si yo pudiera salir pero fuera quedarme lo que elijo. Me miras como vestida con un traje de prodigio  que dejan vida y libertad a un lado En el que elegí que ya no elijo. Me miras como si solo fuera tuyo. Me miras como si así siempre hubiese sido. Empiezas con uñas como espadas, y me pegas y, sin querer, grito y ese grito y que lo pares pido porque no quiero gritar más pues no gritar más es quitarme ya una libertad que ahora no preciso aunque es precisamente por libertad  (aunque sin parecer verdad) por lo que grito. Me miras como si me crearas  y yo te creo y te doy las gracias. Me cuidas cuando me atrapas. Me haces temerte cuando me amas. Y esas aguas contrarias, que me hacen a mi llorar otras aguas, flaquean el báculo de tus manos y viendo que me rompes, amenazas con parar el viaje hacia el espacio más cercano al ser sin ser hacia el que estábamos andando: a un tra...

Un soneto de tres

Por hoy somos tres. Madre, padre e hijo. Aunque no siempre fuimos tres, pues fuimos cuatro. Luego el desahucio vivimos. Tres vivimos el vivir sin cobijo. Aquí somos tres. Madre, padre e hijo con vidas distintas que distinguimos viviéndolas. Juntos y no. Es un timo de envejecer y el tiempo, que no elijo. Y un día tres serán dos, y dos, uno. De pronto "juntos" pasará a ser "no". Y poco hay entre "juntos" y "ninguno". De un algo que estuvo y se marchó el uno que quede será el "alguno". Uno entre paredes de lo que amó. Imagen generada con Flash 2.0 (Google)  de ©Shathu Entayla

Recuerdos como noches

Cuando la noche se asienta, cuando el día se termina, cercan los horizontes de mis ojos los recuerdos. Esos que veo junto a la estela de mis pasos. Cuando la noche se asienta y su silencio se posa afloran pensamientos en mi mente: los recuerdos  a los que temo. Junto a la estela de mis pasos. Porque mis recuerdos se me aferran como a la piel, cicatrices, como a la retina, luz como al esperar, el tiempo. Puede ser que sean bellos esos recuerdos. Aún me inquietan. Hay carcasas bellas con adentros feos. Porque mis recuerdos se me aferran como la corriente al nervio, como la mano al puñal, como el párpado a lo visto. Y sé bien perderme en ellos —en los recuerdos que son veneno— incluso más que en todos mis pasos mismos. Imagen hecha con Leonardo AI  de ©Shathu Entayla