Acababa de terminar la clase de Educación Física (que no "Gimnasia") cuando la profesora me mandó a llevar las pelotas con las que habíamos jugado el torneo a la sala de materiales.
Llevaba unos días preocupado. Soy actor, escritor y artista, y últimamente me estaba planteando muy mucho sí ese destino que tenía ideado para mi vida iba a ser posible, pues era el mismo que esas aficiones, y el mundo tal como está, si ya es difícil una meta como esa, en estos tiempos, más aún.
Mucha gente me decía y dice que tanto canto como actúo bien, incluso gente con nivel y que está en ese mundo, pero necesitaba algo que me hiciese salir del hondo hoyo que yo mismo, bajo mi impaciencia y desesperación limitadas e infundadas por mí mismo, estaba creando en mi autoestima y confianza. Lo que se suele llamar "crisis existencial": que una cosa lleva a la otra y bueno, ya se sabe...
El caso es que me dirigía hacia allí, bajando la rampa hasta la zona de Educación Primaria, el primer patio, cuando un niño, al que no conocía de nada, me mira expectante y con la vista clavada una fracción de segundo: el tiempo que necesitas para leer una mirada. El niño se dirigió a mi diciendo: "¡Eh, tú!". Tan amable como educadamente, acepté su conversación.
- Dime, pequeño.
- Oye, tu eres el que hace teatro, ¿verdad?
- Sí.
- Lo haces muy bien.
- Gracias.
Seguí hacia la sala de materiales mientras me daba cuenta de que había encontrado ese "algo" que necesitaba.
Ooooh que cuuucooo no? es real?
ResponderEliminarque maajo
P.d: cruella de vill
¡Síii! Es real... Y la verdad es que me emocionó mucho. A veces creo que la inocencia es lo más poderoso que existe, aunque no soy el primero en afirmarlo, desde luego.
ResponderEliminarFue genial =).