Intento
entender entonces
pero el nudo
en el estómago
se vuelve
garra
y se me
acaban los versos
a las pocas
palabras
pues
intentan parar mi pluma
mis
enfermizas entrañas.
Pero el
golpe de viento
desenfrena
mi alma
lanzándola
como luces
e inmoladora
rabia;
como raudos
dolores
que se hacen
metáfora.
Cuando
fruncen el ceño
las densas
bitácoras
-los
recuerdos con lastres-
las
confusiones se amarran
de estantes
de historas
pasadas por
agua
que fueron
recuerdos
mojados con
habla.
Habla que le
siguió a los actos
actos acabados
en rabia.
Culpa y lírica
derramada
en cada
dolorosa magia.
Magia
llamada poema.
Dolorosa
llamada alma.
Confusiones
que no liberan
al que las
escribe o las lanza.
Son producto
de agniciones
o de
vivencias, o de savia
negra savia
que contamina
los recuerdos
del que ama.
Y cuando
quiere amar o ha amado
esa savia se
dispara
y sin previo
aviso impregna
de ceguera,
y no se sana.
Pero una
cosa enseña:
nunca es
libre aquel que ama.
Lastre y
sonrisas: bitácoras
de negra
savia manchadas
que se
atenúan en el estante
sin poder
hacer nada.
Como no se
elegió el desamor
ni antes el
alma enamorada.
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