Ir al contenido principal

Lo que nos separó para volver a unirnos

Sé que a veces el pecho parece sangrar, y que cuando pones la mano sientes que es el corazón el que le apuñala certeramente.
Sé que, sin querer, fui yo quien dio la orden a tu corazón de que te hiciese daño, y que le programé para que te llenase de alegría cada vez que me vieses para luego devolverte toda esa alegría concentrada en forma de bala de metralla cuando dejases de hacerlo. Y siempre queda en la herida abierta de tu pecho sangre oscurada por el dolor y los fragmentos de metralla se quedan clavados en ti, y se acaban cristalizando en esperanza. ¡Claro que sí! Si la bala provino de la alegría, los restos en tu pecho no pueden ser de otro material. Esperanza de volver a verme de nuevo para calmar tu dolor y, por ende, eternizarlo cada vez que dejes de hacerlo.
Ojalá nunca hubiese descubierto el mecanismo que programaba a tu corazón a suicidarse lentamente.
Pero lo hice. En tu corazón y en el mío. Y no hay vuelta atrás en la secuencia de autodestrucción.
Y sé que lo sabes. Que aquel hilo rojo que nos unía se ha deshecho. Antes ese hilo era una prolongación de nuestra arteria ulnar, la que une la mano con el corazón. Esa que aprendimos a mantener unida en la distancia y que compartía nuestra sangre cuando nos dábamos las manos.
Ahora no existe conexión alguna entre nuestras sangres. Pero el corazón no sólo se conecta con sangre. Sigue habiendo ojos y piel. Ojos para mirar nuestros corazones y piel para abrazarlos. Y llegará un día en el que ese contacto no nos hará daño.
Y un hilo rojo se nos unirá por los ojos. Y seguiremos su trayecto hasta un corazón nuevo. Uno que una vez murió pero que haya resurgido como las ondas que perpetúan la vida de una gota al caer al océano. Como el eco que se pierde pero sigue existiendo tras el golpe. Como los corazones que hemos perdido, pero cuyo amor podemos rescatar. Podemos volver a unir ese hilo rojo. Otro hilo rojo nuevo. De otra forma. Con las ondas, sin la gota. Con el eco, sin el golpe. Con el amor, sin la pérdida.

Comentarios

Popular Posts

Amores singulares, en plural

Y mirarte a los ojos y morirme de hambre por querer abrazarte por bailar en tus lirios. Porque yo codicio  almas con la piel y no es lo mismo que codiciar solo las pieles. Porque quiero el calor que dan y no la sangre que tienen. Porque un alma sin viajar  a ninguna piel pertenece. Yo pertenezco a quien me quiere. Y viajo de mí para tí. Quiero anidarme en tí  como el rocío a la tierra como el calor a la piedra como un romance en abril Quiero enternecerme en soñar tu cobijo. Quiero enternecerme en ti y eso elijo. Quiero que seas ese lugar donde perderme y bailar sin pasadizos. No sé quién serás, y no importa. Si me amares, es lo mismo. Pero luego te miraré reflejando tu amor porque, aunque para ser amado todo cariño es prolijo, tu color para amarme cambiará los ojos con que te elijo. Ven a besarme y a abrazarme y viajaré rápido al suicidio. Porque matarme por elegir amor no es más que vivirme en otro sitio. Ámame, que eso quiero. Que cuando falta, de amor, alivio todo los ...

Flores en el asfalto

Hay personas que duelen  de lo que alivian que matan las nubes de tormenta que apartan las aguas negras; esas con hábito de vorágines que nunca cesan. Hay personas que devuelven el brillo al alma el edén al fruto la esencia a la esencia y la enrutan y la soterran para que crezca justo así en vertical para que seas  como la flor que brota del asfalto como el pájaro que descansa en la catenaria como la pausa de paz en el bombardeo; para que seas. Hay personas que habitan  tu piel y te dejan la suya; que apartan la ciudad y, en sus escombros, te encuentran. Ojalá vivir más  en esas personas dolorosas devolvedoras, habitantes y encontrosas. Ojalá vivir más en quien ama con belleza Ojalá vivir más y que el más que viva sea con ellas. Modificación de una imagen de PhilippLE  en Pixabay Dedicado a La Tribu de los Idos, especialmente a Esther, Leyre, Sara, Karina y Buda  de ©Shathu Entayla

Oración al cansancio

Para poner en pausa el reloj de la máquina  y despertar con dulzura al espíritu. Para sentir el placer que da el tiempo sin cronómetro  el tiempo sin destino; el vivir en sí mismo. Para apreciar los minutos y sus segundos el continuo sin discretos y el corazón que nunca paró de latir. Para honrar al cansancio (¡oh cansancio!) que nos permite contemplar en vez de hacer; que nos permite sentir en vez de evitarnos; que nos permite jugar en vez de optimizar. Para que el tiempo sin sentido, dé sentido. Para no caer en la tentación  de darle uno. Para parar para sentir para apreciar para contemplar para jugar. Ahora oro para que el tiempo sólo sea tiempo. Kha feijôl. Imagen de Ola Dapo  en Pexels  de ©Shathu Entayla