Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un
Lo veo como si le faltara qué decir, se queda corto para todo lo que quieres decir.
ResponderEliminarNo hace falta, de hecho lo he escrito así aposta. No es un poema que cuente una historia, no es un poema que necesita de una, simplemente, es un poema para quién se de por aludido sienta lo que quiere decir. Por aludido se puede dar cualquier persona que haya sentido alguna vez lo que dice en las primeras estrofas del poema.
ResponderEliminarAgradezco tu crítica. En cualquier caso, la tengo en cuenta. =)