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Hamartía

Requiebros miles atados
en la madera de mi alma
cuyas cortezas soportan
los pesares y bonanzas.
Que un pesar son mil pesares
si tal esos miles se encarna,
y aunque les siguen bonanzas
a veces no sé si bastan,
porque la piel de madera
al cortarse ya no sana
y ya son muchos requiebros
en la corteza de mi alma.
Y es que amar, pues, es amor,
y herramienta del que ama
y es que el hierro de ésta, yerra
y sin quererlo, nos daña
¿Cuántos “lo siento” he dicho
por ansiedades, brotadas
de un maldito mejunge
con emociones mezcladas
de la arpía que es tu vida
y de la mía que es vana?

Algo dentro, se ha roto.
Me lo han matado en la espalda.
Al lado izquierdo del pecho
donde mi sangre es riada
de ríos que reparten
los pesares y bonanzas.
Algo dentro, se ha roto,
¡y se lleva las bonanzas!,
y roto ya mi lado izquierdo
los pesares, hacen yagas.
Las bonanzas que se quedan
se las lleva la puntada
se las lleva el desamor
¡Una espada (¡maldición!)
tengo en mi pecho clavada!
Y no se puede arrancar
ni espantar con la mirada.
Tú me besas y sonrío
y te amo tal te amaba
pero roto un río de amor
cuando vuelve a la riada
al aumentar el caudal
ésta queda desbordada.
La sangre huye del pecho
más, y más acelerada
por aquellas bonanzas
que seguro, la curaran.

Y te quiero, y no comprendo
de dónde salió la espada
y por qué parece irse
si te veo enamorada.
Y es que te amo, y soy sincero,
pero siento sucia el alma
de yagas y de pesares
que no me curan las bonanzas.
Estoy sufriendo por tnerte
y por besarte en mi cama
igual que soy feliz
si la espada se desclava.
Como sables de carmín
eran las noches. Espadas
son ahora que nos clavan
y de a poco nos desangran.
Y antes tan dócilmente
tan sólo nos estocaban.

La nuestra es muy mala racha
para un alma enamorada.
Quiero estar contigo
contigo y cuando te vayas.
Cada vez que nos veamos
sin espadas plantadas
de desamor, que se clavan
en nuestras turbias espaldas.

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