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Colorama

Hay muchos colores aquí. Los ríos son verdes, las montañas naranjas y el pasto azul. Una marabunta de cabras moradas viene terremoteando, con una alegría que vuelan sobre nuestros tímpanos, hacia nosotros: dos senderistas en un mundo colorido que existe inexistentemente. Existe porque en él habitamos, como un camaleón vive en su camuflaje, pero no significa que él sea del color que se pone.

Lo que pasa es que nosotros no podemos cambiar de color. De alguna forma las casas las veo negras y anaranjadas, las bodas rojas y blancas, la sinestesia es azul con motas verdes; a ti, compañera de senderos, te veo azul claro con motas blancas y verdes oscuras, y tú a mi, naranja y azul.

Y sabemos que los colores nos evocan. Si me preguntas qué tal estoy y te digo "negro transparente" o "lila oscuro" o "blanco manchado" o "verde", sabes exactamente cómo me siento. Y si me lo preguntas a mi, también. Por este mundo de colores ambos nos entendemos.

Pero es un mundo nuestro, y solemos encontrarnos solos. Acompañados con nosotros, pero algo solos, porque sabemos que, en otro mundo, al que nunca hemos sabido llegar bien, los ríos son plateados, las montañas arenosas oscuras, el pasto verde y las cabras... no sé; creo que dependen del color que vuelen.

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