Ir al contenido principal

Escisión metálica

Encerrado entre cuatro paredes de estaño fundiéndose. Donde deberían haber tabiques, hay chorros ígneos de ese metal fundido, que al llegar al suelo desaparece. El estaño huele a mar sucio y el vapor transparente de esos chorros metálicos que forman las paredes de mi habitación me embriaga. Me aliena dentro de mí mismo. Lentamente.

Cuando quiero salir de aquí, sólo necesito abrir una puerta. Es curioso cómo, entonces, las paredes se vuelven de hormigón. Y el hedor deja de brotar de un estaño fundido que deja de existir. Si salgo de mi habitación me libro del hedor del estaño. El problema es que mi habitación es mi habitación. Mi hogar funesto. Mi dulce nicho.

Luego vuelvo. Cuando cierro la puerta al entrar de nuevo, de nuevo las paredes son estaño que huele a mar sucio. A veces me pregunto si ese hedor tiene corticosterona o algo así, porque olvido todo sentimiento alegre que haya venido de fuera de esa habitación. De esta forma mi mundo se escinde en dos: en uno en el que puedo o no ser alegre (porque no lo recuerdo) y otro en el que, simplemente, eso no es posible. Dos mundos separados por una puerta y unas paredes de estaño (u hormigón), burlescas.

Me siento de nuevo en mi escritorio. Esta vez llevo tanto tiempo aquí que mi cabeza se balancea de cansancio. La vasopresina que me causa angustia vital ya no es necesaria, porque se ha convertido en mi estado natural. La serotonina debería librarme emocionalmente de esto, incluso de esta frialdad de hablar de mis emocionas con hormonas, y dejarme besar al suelo y abrazar al aire y que me devolviese el gesto; de vivir pensando en que pienso, pretendiendo vivir mientras tanto; de mí; de las paredes de estaño. Pero no lo hace. Ya nada pasa por mi cuerpo. En los viaductos de mis sentimientos sólo queda ya una líquido transparente sin contenido. Sólo mugre acumulada de inspirar tanto hedor de estaño.

La mugre me está colpasando el ánimo. Lo noto. Estoy cada vez más cansado… La última vez que estuve así de cansado la cabeza se me cayó sobre la mesa y se partió como cristal en mil pedazos brillantes. Creo que ahora podría pasar lo mismo.

Pero creo que esta vez no voy a caer al escritorio. Creo que voy a caer, a secas. Algo me dice que voy a caer donde terminan los chorros de estaño. En una especie de cielo en el que voy a desaparecer de esta habitación.

Estaría bien volver después de un tiempo de ese cielo y explicarle a alguien cómo huele el mar sucio. Estaría bien volver a mi habitación y que no hubiese estaño. Sólo paredes de hormigón sin corticosterona.

Mierda… Mi cabeza de cristal está cayendo sobre la mesa. El estaño está saliendo de sus paredes. Está sobre mi cama.

Comentarios

Popular Posts

Un soneto de tres

Por hoy somos tres. Madre, padre e hijo. Aunque no siempre fuimos tres, pues fuimos cuatro. Luego el desahucio vivimos. Tres vivimos el vivir sin cobijo. Aquí somos tres. Madre, padre e hijo con vidas distintas que distinguimos viviéndolas. Juntos y no. Es un timo de envejecer y el tiempo, que no elijo. Y un día tres serán dos, y dos, uno. De pronto "juntos" pasará a ser "no". Y poco hay entre "juntos" y "ninguno". De un algo que estuvo y se marchó el uno que quede será el "alguno". Uno entre paredes de lo que amó. Imagen generada con Flash 2.0 (Google)  de ©Shathu Entayla

Amores singulares, en plural

Y mirarte a los ojos y morirme de hambre por querer abrazarte por bailar en tus lirios. Porque yo codicio  almas con la piel y no es lo mismo que codiciar solo las pieles. Porque quiero el calor que dan y no la sangre que tienen. Porque un alma sin viajar  a ninguna piel pertenece. Yo pertenezco a quien me quiere. Y viajo de mí para tí. Quiero anidarme en tí  como el rocío a la tierra como el calor a la piedra como un romance en abril Quiero enternecerme en soñar tu cobijo. Quiero enternecerme en ti y eso elijo. Quiero que seas ese lugar donde perderme y bailar sin pasadizos. No sé quién serás, y no importa. Si me amares, es lo mismo. Pero luego te miraré reflejando tu amor porque, aunque para ser amado todo cariño es prolijo, tu color para amarme cambiará los ojos con que te elijo. Ven a besarme y a abrazarme y viajaré rápido al suicidio. Porque matarme por elegir amor no es más que vivirme en otro sitio. Ámame, que eso quiero. Que cuando falta, de amor, alivio todo los ...

El espacio en que fui tuyo

Así me miras como si sólo fuera tuyo. como si mi carne y cómo respiro vivieran sólo en tus dominios, como si yo pudiera salir pero fuera quedarme lo que elijo. Me miras como vestida con un traje de prodigio  que dejan vida y libertad a un lado En el que elegí que ya no elijo. Me miras como si solo fuera tuyo. Me miras como si así siempre hubiese sido. Empiezas con uñas como espadas, y me pegas y, sin querer, grito y ese grito y que lo pares pido porque no quiero gritar más pues no gritar más es quitarme ya una libertad que ahora no preciso aunque es precisamente por libertad  (aunque sin parecer verdad) por lo que grito. Me miras como si me crearas  y yo te creo y te doy las gracias. Me cuidas cuando me atrapas. Me haces temerte cuando me amas. Y esas aguas contrarias, que me hacen a mi llorar otras aguas, flaquean el báculo de tus manos y viendo que me rompes, amenazas con parar el viaje hacia el espacio más cercano al ser sin ser hacia el que estábamos andando: a un tra...