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Instrucciones para amar y que te amen paso a paso.

Coge a la persona que más se aleje de tu ideal de persona perfecta. O, mejor, no tengas ideal. Escoge a alguien que sepa amar y, si sabes amar, ama y aprende a amar mejor, de tal forma que sus defectos te hagan reír después de hacerte llorar.
Después sepárate de él o de ella y echa de menos. Todo lo que puedas. Pero no contactes con ella o él; más cálido será el reencuentro. Cuando éste llegue no beses, ni mires con vehemencia, sólo pregúntale qué tal está y haga lo que haga, olvídalo, no lo pienses y deja que surja – ya sea una respuesta, una mirada o un beso – pues ya se encargarán los sueños por la noche de guardar los recuerdos, y el día siguiente, de recordarlos.
Repite esto con tu amante día tras día (los que se puedan) y deja que la pasión decrezca hasta su madurez; hasta que esté más cerca de su muerte que de su infancia. Entonces, y sólo entonces, recuérdale todas las pasiones y olvídalas de nuevo, y dile, por primera vez, que la amas o que lo amas, y olvídalo también.
Ya se encargarán tus sueños por la noche de guardar el recuerdo de tus palabras y, el resto de los días siguientes que te queden, de realizarlas.


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Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot