Coge a la persona que más se aleje de tu ideal de persona perfecta. O,
mejor, no tengas ideal. Escoge a alguien que sepa amar y, si sabes amar, ama y
aprende a amar mejor, de tal forma que sus defectos te hagan reír después de
hacerte llorar.
Después sepárate de él o de ella y echa de menos. Todo lo que puedas.
Pero no contactes con ella o él; más cálido será el reencuentro. Cuando éste
llegue no beses, ni mires con vehemencia, sólo pregúntale qué tal está y haga
lo que haga, olvídalo, no lo pienses y deja que surja – ya sea una respuesta,
una mirada o un beso – pues ya se encargarán los sueños por la noche de guardar
los recuerdos, y el día siguiente, de recordarlos.
Repite esto con tu amante día tras día (los que se puedan) y deja que la
pasión decrezca hasta su madurez; hasta que esté más cerca de su muerte que de
su infancia. Entonces, y sólo entonces, recuérdale todas las pasiones y
olvídalas de nuevo, y dile, por primera vez, que la amas o que lo amas, y
olvídalo también.
Ya se encargarán tus sueños por la noche de guardar el recuerdo de tus
palabras y, el resto de los días siguientes que te queden, de realizarlas.
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