Veo en la
pantalla ahora una gran mancha negra que parece que cubre algo que se mueve. Me
levanto y oculto entre mis brazos una cámara que tengo enfrente, que siempre me
mira.
Y tú, al igual
que yo ahora, como siempre, haciendo ruido con tu piel, intentando abrazarme abrazando
al ordenador, que nos hace estar más cerca.
Aunque sólo sea un momento.
Y eso que a ti nunca
te ha gustado abrazarme por aquí. Quizá tengas ahora razones para hacerlo.
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