Ir al contenido principal

Razones para Matar

Sheol y Elisa. Ambos armados hasta los dientes. Eran los perfectos enemigos. Uno enfrente del otro. Los compañeros de colegio más preparados para bajar moral en la historia de la infancia.

Sheol. Corrupto. Enfadado. Cabrón sin pintas, pero cabrón. Blindado con su baby verde y armado con sus mocos pegagosos cual silicona. Enemigo inconfesable, único capaz de vencer a Shin-Chan. El único que pudo pegar a Chuck Norris cuando era pequeño: resumiendo, un niño.

Elisa. Observadora. Meticulosa. Malévola cual diablo vestido de ángel. Con maldad guardada bajo un botón. Como un tigre que espera a su presa, pero no ataca hasta que no se acerca. Como un mono molestando a un perro, que no le coge de la cola, hasta que no le da la espalda. Dulcemente vengativa: resumiendo, una niña.

Se alzaban las banderas tras las miradas inocentemente manchadas de maldad de esos niños. Él la persigue. Elisa escapa, con como único objeto en mano una carpeta, siendo amenazada por la musicosidad asquerosamente apta para espantar que portaban las yemas de los dedos de Sheol.

Elisa se ve acorralada. Sheol procede a ganar la batalla, pero Elisa arma su carpeta y tras un brillo inverosímilmente macabro en sus ojos salta y bajo la tenue pero ardiente actitud de un luchador de Moai Thai le encaja un carpetazo entre aire y mejilla, que quema los mocos de las manos haciéndolos saltar a un lado, y le suelta uno de los dientes que, tras revotar repetidamente en la boca de Sheol, sale hacia el otro.

Sheol reconoce haber perdido la batalla, pero no la guerra. Empieza el segundo golpe. Sheol recoge a cachos la dignidad mezclada con los mocos que había en el suelo. La moldea retirando cuidadosamente lo aprovechable del mejunge, lo digno, y le pega la sorpresa que porta su mano saca-mocos en la espalda de Elisa. Al ponérsela sospecha estar traseramente enbarazada, luego se da cuenta que no puede qudarse embarazada de repente. Más tarde cae en que podría ser una chepa, pero estas tampoco salen de repente. Concluye en que es un objeto extraño pegado a su espalda y decide quitarse el siamés y usarlo de objeto arrojadizo contra Sheol. Descubre que son sus viscosides nasales. Elisa reconoce haber perdido. Ambos habían ganado una batalla.

La batalla final estaba apunto de comenzar. Sheol ya no tenía armas. Se había sonado la nariz y no tenía más petróleo que añadir al oleoducto. Sin embargo Elisa tenía el siamés de Sheol, y su arma más mortífera: un estuche lleno de borradores que rebotaban cuales pelotas de goma.

Empezó la persecución. Sheol estaba desarmado. Elisa no tardó en pillarle. El chico quedó indefenso, en el suelo. Pero aun tenía un as en la manga: los juegos favoritos de Elisa, que había conseguido de manera infusa. Elisa quedó petrificada. Cuando se le pasó el estado de piedra le devolvió el siamés entre labio y labio, y le martilleó a borradores mientras se llevaba los juegos por los que llevaban luchando toda la tarde. La guerra había terminado.

Comentarios

Popular Posts

Amores singulares, en plural

Y mirarte a los ojos y morirme de hambre por querer abrazarte por bailar en tus lirios. Porque yo codicio  almas con la piel y no es lo mismo que codiciar solo las pieles. Porque quiero el calor que dan y no la sangre que tienen. Porque un alma sin viajar  a ninguna piel pertenece. Yo pertenezco a quien me quiere. Y viajo de mí para tí. Quiero anidarme en tí  como el rocío a la tierra como el calor a la piedra como un romance en abril Quiero enternecerme en soñar tu cobijo. Quiero enternecerme en ti y eso elijo. Quiero que seas ese lugar donde perderme y bailar sin pasadizos. No sé quién serás, y no importa. Si me amares, es lo mismo. Pero luego te miraré reflejando tu amor porque, aunque para ser amado todo cariño es prolijo, tu color para amarme cambiará los ojos con que te elijo. Ven a besarme y a abrazarme y viajaré rápido al suicidio. Porque matarme por elegir amor no es más que vivirme en otro sitio. Ámame, que eso quiero. Que cuando falta, de amor, alivio todo los ...

El resquebrajo

Y de pronto el resquebrajo que ya sentía sólo sirve para acabar de romperme, y los pedazos de mí se clavan en mi capacidad de dormir, de sonreír y de querer la vida. Yo, que siempre fui la Antígona que va a morir por lo que le importa pero que se desnuda para sentir el aire frío y sentir que está viva. Yo, la Antígona, que muere cuando su hermano muere por segunda vez, está vez en el destierro de su cadáver. Yo, como ella, muero. La vitalidad de Antígona se va en su muerte. Su muerte es su muerte. Pero mi muerte es la vida.  El resquebrajo es como un desprendimiento: había indicios, pequeñas señales que el monte iba a caerse, pero de repente se cae, y parece que nunca hubo aviso. O que daba igual que lo fuera, porque era inevitable. Parece un capricho de Dios. Parece que no había nubes de tormenta. Pero, de repente, todo es barro, todo es polvo. Todo es hiel. El resquebrajo ya no es tal. Ya estoy roto. Como están rotas las conchas de mar llevadas por el agua. Como el mimbre cuando ...

Tener libido es de aliens

Leo una novela erótica. Me enternece la complicidad. Se ponen a follar. Me pongo nervioso. No cachondo, no. Nervioso como el gerbo que huye. Leo el polvo como leo un epitafio y me fuerzo a acabar el capítulo. (Aunque los nervios no querían). Una, tiene un orgasmo: vital y místico. Otro, no se corre pero: vital y místico. Se despiden. Se besan . Me enternece la complicidad. Acaba el capítulo. Cierro el libro. ... Me entran ganas de llorar. Acabo de leer sobre aliens. Los aliens no son de mi especie. Funcionan distinto. ... Me entran ganas de llorar. porque yo antes era un alien. Siento que nunca he follado. La parte de mi que folla se ha roto. Siento que nunca he querido hacerlo cuando siempre tuve luciérnagas en los ojos con los que miro todo. Algo de mi alma se ha roto. Y estaba en mi cuerpo. Y, dentro de mi cuerpo, en mis ojos. Algo de mi alma se ha roto. Algo vital y místico, como en ese polvo, que ahora es polvo de mis ojos. de ©Shathu Entayla