Ir al contenido principal

La malla metálica



I - Tiempo

…y como consecuencia lógica de mi inutilidad. De mi mala memoria. De enzarzarme entre dos mochilas asidas al hombro. De olvidarme algo por mi mala memoria (ya había hablado de mi mala memoria, ¿verdad?);

como consecuencia lógica de mi rabia, de darle de hostias a la mesa de madera que sostiene el monitor de mi ordenador apra no reventarlo (el monitor) de un puñetazo (al monitor) en polvo de LCD;

como consecuencia lógica de la ira mal canalizada, que ahora me deja un dolor psicológicamente insoportable (físicamente, no tanto) en la misma puta mano que uso para escribir (¡puta!, ¡puta!, ¡puta!);

como consecuencia lógica, quiero llorar.
Quiero llorar pensando que el dolor de mi mano que me recuerda mi propia invalidez humana (hominis lupus est) va a desaparecer. Quiero llorar para ailviarme, para arrepentirme antes de haber hecho lo que hecho cuando ya lo he hecho (por tanto es imposible arrepentirse antes, por tanto es imposible arrepentirse antes, por tanto es imposible arrepentirse antes, arrepentirse antes, antes).
Quiero que no me afecte tanto cuando el Microsoft Word se queda bloqueado justo al guardar mi currículum, y no lo guarda, después de media hora editándolo con una mezcla precisa de ilusión y sensación de sinsentido – quería aprovechar mis cinco minutos libres que como siempre (nucna me acuerdo, ¡joder!) se convirtieron en más de media hora.
Soy incapaz de asir mi tiempo. De medir cada uno de mis movimientos con el deseo simultáne de ser transtemporal. ¡No estoy hecho para eso! Cuando escucho música soy transtemporal, no tengo noción del tiempo. Pero tengo que medir el tiempo que me ducho, por tanto, me pongo canciones que sé cuánto duran saber que siempre tardo 9:47 minutos en ducharme. Y la transtemporalidad de la música se va a la mierda.
Hay una malla de espacios móviles hipercúbicos en la vida occidental. Una malla de mierda. Pero hay que volver a ella. Volver a intentar pisar con cuidado y sin dolor algo que está diseñado para matarte. ‘Estate quieto’, ‘Relájate’, dicen, mientras tienes que poner un pie sobre esa malla. Y cuando te auto convences (porque es la única forma de sobrevivir) de que si pisas la malla con cuidado no te va a pasar nada, entras y en una décima de segundo estás descuartizado en pedazo chiquititos (polvo de LCD).


II - Ciclo

¡Joder! ¡Intento escribir, hostia! Llevo todo el puto camino con la mano puesta en el cuaderno muy cerca y fuerte para que los putos baches del autobús no me impidan escribir. Y aun así es la hostia de difícil (¡joder! ¡De qué coño estaba hablando…!)
¡Necesito intimidad! ¡Conmigo mismo! El sexcat ya no me llena. A los tíos nos usan en la red como objetos sexuales –cada ego tiene su espacio para dominar a los demás, cada uno viola donde y como puede. Y aun así querré hacerme una paja y estar buscando gente con quien hacer sexchat hasta las tres de la mañana (así consigo ser transtemporal) deseando que alguien me vea, pero sin que me vea nadie, y cuando me ve alguien –tres meses para conseguir el skype de una chica interesada, debo de ser muy feo, o las tías muy cerradas sexualmente, o las dos–, ella no tiene webcam (¡puta! ¡puta! ¡puta!) y tengo que fingir que me apetece ser sensual con alguien que ni conozco de quien sólo veo la foto de perfi y sus comentarios monosílabos.
“Mmm rico pene” es lo más sincero que me dice (y lo dudo, porque no lo tiene), y en medio de la paja me dan ganas de parar y conocerla. Hablar con ella. Quizá masturbarme igual, pero hablar. Y con esto son ya las cuatro de la mañana del lunes –a las nueve madrugo.
El lunes. El lunes el despertador no me suena. Veo vídeos de YouTube en un desayuno que alargo deliberadamente (así consigo ser transtemporal). Parece que aún me queda tiempo apra meditar, hacer deporte y editar mi currículum antes de irme, ¡qué bien!, pero al final reviento mis manos contra la mesa (consigo guardar mi currículum, al menos), y luego sólo quiero llorar.
Y en vez de llorar (porque no puedo) con intención de hacer más largas las lágrimas que no me salen (así consigo ser transtemporal), escribo. Por supuesto, lo hago de camino a mis obligaciones. Sobre la malla de espinas, como un faquir, y encontrar la transtemporalidad en un festival de música concreta.
De casa al metro al tren al ensayo a la puerta a la cama a mi paja a mis sueños a la malla metálica a cabrearme a vaciarme a desilusionarme a tener ganas de amarme y amarte y amarle a ponerme a ducharme a escuchar música a gritar a discutir a echar de menos a crear a seguir viviendo a buscarme a tener ganas de morir a darme cuenta que es porque quiero vivir a frustrarme a insultarme a tener ganas de besar a todas mi amigas porque me ponen pero porque las quiero y no las follaría aunque lo piense alguna vez a abstraerme a desquiciarme a a a a a a a
tomar
                por
                               el
                                               culo
la puta malla metálica (¡puta!, ¡puta!, ¡puta!)
                Y ahora, como era de esperar, a tener miedo.
                Así no consigo ser transtemporal.


Comentarios

Popular Posts

Amores singulares, en plural

Y mirarte a los ojos y morirme de hambre por querer abrazarte por bailar en tus lirios. Porque yo codicio  almas con la piel y no es lo mismo que codiciar solo las pieles. Porque quiero el calor que dan y no la sangre que tienen. Porque un alma sin viajar  a ninguna piel pertenece. Yo pertenezco a quien me quiere. Y viajo de mí para tí. Quiero anidarme en tí  como el rocío a la tierra como el calor a la piedra como un romance en abril Quiero enternecerme en soñar tu cobijo. Quiero enternecerme en ti y eso elijo. Quiero que seas ese lugar donde perderme y bailar sin pasadizos. No sé quién serás, y no importa. Si me amares, es lo mismo. Pero luego te miraré reflejando tu amor porque, aunque para ser amado todo cariño es prolijo, tu color para amarme cambiará los ojos con que te elijo. Ven a besarme y a abrazarme y viajaré rápido al suicidio. Porque matarme por elegir amor no es más que vivirme en otro sitio. Ámame, que eso quiero. Que cuando falta, de amor, alivio todo los ...

El resquebrajo

Y de pronto el resquebrajo que ya sentía sólo sirve para acabar de romperme, y los pedazos de mí se clavan en mi capacidad de dormir, de sonreír y de querer la vida. Yo, que siempre fui la Antígona que va a morir por lo que le importa pero que se desnuda para sentir el aire frío y sentir que está viva. Yo, la Antígona, que muere cuando su hermano muere por segunda vez, está vez en el destierro de su cadáver. Yo, como ella, muero. La vitalidad de Antígona se va en su muerte. Su muerte es su muerte. Pero mi muerte es la vida.  El resquebrajo es como un desprendimiento: había indicios, pequeñas señales que el monte iba a caerse, pero de repente se cae, y parece que nunca hubo aviso. O que daba igual que lo fuera, porque era inevitable. Parece un capricho de Dios. Parece que no había nubes de tormenta. Pero, de repente, todo es barro, todo es polvo. Todo es hiel. El resquebrajo ya no es tal. Ya estoy roto. Como están rotas las conchas de mar llevadas por el agua. Como el mimbre cuando ...

Tener libido es de aliens

Leo una novela erótica. Me enternece la complicidad. Se ponen a follar. Me pongo nervioso. No cachondo, no. Nervioso como el gerbo que huye. Leo el polvo como leo un epitafio y me fuerzo a acabar el capítulo. (Aunque los nervios no querían). Una, tiene un orgasmo: vital y místico. Otro, no se corre pero: vital y místico. Se despiden. Se besan . Me enternece la complicidad. Acaba el capítulo. Cierro el libro. ... Me entran ganas de llorar. Acabo de leer sobre aliens. Los aliens no son de mi especie. Funcionan distinto. ... Me entran ganas de llorar. porque yo antes era un alien. Siento que nunca he follado. La parte de mi que folla se ha roto. Siento que nunca he querido hacerlo cuando siempre tuve luciérnagas en los ojos con los que miro todo. Algo de mi alma se ha roto. Y estaba en mi cuerpo. Y, dentro de mi cuerpo, en mis ojos. Algo de mi alma se ha roto. Algo vital y místico, como en ese polvo, que ahora es polvo de mis ojos. de ©Shathu Entayla