Las verdades dicen verdades
tan ciertas
que parecen mentiras.
Pero si algo son las verdades
es lo contrario a las mentiras,
y a diferencia de éstas,
las verdades son, las mentiras serían.
Ante una verdad inesperada
queda esculpido en el alma
un vacío como puñal de hielo
y boca ojiplática,
y si entra con el puñal
la verdad, inoculada,
una sonrisa sequiplácida
rezuma de la cara, tacitácita.
Pero una cara verdadera.
No una falsa.
Una que es, no que fuera.
Entonces la sonrisa mira arriba
y comienza la lluvia pétrea:
rocas verdaderas
golpean la ignorancia
y la sonrisa, flaquea;
de alguna manera
- si no muere quien lleva
la sonrisa a cuestas -
una mano
verdadera emege
del gran montón de piedras.
Sale un cuerpo agonizando
que sonrió de veras.
Y si sale de la tierra
su sonrisa se habrá grabado
en el charco de piedras de tormenta.
Quien sonrió por una verdad
y la perdió de veras
de verás no volverá a por ella.
No, al menos, a por aquella;
no se puede borrar el vacío
de una piedra;
no es que no aceptó la verdad
sino que se le cavó el conocerla.
Solo con verdad la verdad se vence.
La mentira sólo tolera
pero no puede aguantar el peso
de la verdad si se le acerca.
A veces la verdad en el dolor
se oculta, y la mentira impera.
A falta de verdad, dolida
parece, la mentira, es buena.
Se sabe que no ha muerto la verdad
dentro del corazón de piedra
cuando, aun con la mentira fiera
la verdad, de las entrañas,
en susurros se muestra.
Pero siempre hay un problema...
¿Cómo llegar a la verdad
de las entrañas
si flaquean las fuerzas?
¿Cómo llegar a la verdad
bajo las piedras
sin saber manera?
¿Qué hará el humano
arrojado a la verdad entera
cuando se encuentre llorando
sobre el mar de piedras?
¿Qué y cómo hará?
Si supiera...
Si el ser humano
sobrevivir supiera...
Si recordase cómo lo hizo
cuando sonriera
antes de que la verdad
se le cirniera...
tan ciertas
que parecen mentiras.
Pero si algo son las verdades
es lo contrario a las mentiras,
y a diferencia de éstas,
las verdades son, las mentiras serían.
Ante una verdad inesperada
queda esculpido en el alma
un vacío como puñal de hielo
y boca ojiplática,
y si entra con el puñal
la verdad, inoculada,
una sonrisa sequiplácida
rezuma de la cara, tacitácita.
Pero una cara verdadera.
No una falsa.
Una que es, no que fuera.
Entonces la sonrisa mira arriba
y comienza la lluvia pétrea:
rocas verdaderas
golpean la ignorancia
y la sonrisa, flaquea;
de alguna manera
- si no muere quien lleva
la sonrisa a cuestas -
una mano
verdadera emege
del gran montón de piedras.
Sale un cuerpo agonizando
que sonrió de veras.
Y si sale de la tierra
su sonrisa se habrá grabado
en el charco de piedras de tormenta.
Quien sonrió por una verdad
y la perdió de veras
de verás no volverá a por ella.
No, al menos, a por aquella;
no se puede borrar el vacío
de una piedra;
no es que no aceptó la verdad
sino que se le cavó el conocerla.
Solo con verdad la verdad se vence.
La mentira sólo tolera
pero no puede aguantar el peso
de la verdad si se le acerca.
A veces la verdad en el dolor
se oculta, y la mentira impera.
A falta de verdad, dolida
parece, la mentira, es buena.
Se sabe que no ha muerto la verdad
dentro del corazón de piedra
cuando, aun con la mentira fiera
la verdad, de las entrañas,
en susurros se muestra.
Pero siempre hay un problema...
¿Cómo llegar a la verdad
de las entrañas
si flaquean las fuerzas?
¿Cómo llegar a la verdad
bajo las piedras
sin saber manera?
¿Qué hará el humano
arrojado a la verdad entera
cuando se encuentre llorando
sobre el mar de piedras?
¿Qué y cómo hará?
Si supiera...
Si el ser humano
sobrevivir supiera...
Si recordase cómo lo hizo
cuando sonriera
antes de que la verdad
se le cirniera...
Foto de fak1911 en Pixabay |
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