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Noche como sable de carmín

Y, de pronto, una noche
las palabras hablan de vidas raídas.
De reglas prohibidas.

Y, de pronto, una noche
veo que me ves en mi
mientras te veo
y aunque haga por entenderte;
por saber cómo sientes.
Aunque lo hagamos.
No nos entendemos.

Porque es imposible.
Porque en ti hay algo que traspasa las convenciones;
el sistema por el que funcionan las emociones.
Mas aunque no te entienda, te entiendo.

Lo único que nos permite
hacer un intento de entendernos
es la llave que abre
el coche que dirige nos sentimientos
y recuerdos llenos de subtexto.
Derecho que nos hemos dado
para guiar el del otro el coche
y hacer por nunca extraviarlo.

Y es que tú sientes de una forma.
Y yo de otra.
Pero podemos sentir lo mismo.

Aunque nunca podamos llegar a revelarnos
qué hemos sentido.
Inmersos en una línea fina entre dos mundos.
Uno tuyo. Y sólo tuyo.
Y otro del resto.

Uno tuyo. En el que estás condenada a ser tú misma
Y el otro del resto. En el que, por naturaleza
es imposible ser uno mismo del todo estando cuerdo.
Pues hay barreras forzosas que se levantan
y botones que se desbocan
para evitar el dolor de serlo.

Y tú no puedes hacer eso.
Y amas. Y no puedes no ser como eres.
Aunque nadie lo entiende.
Ni lo hiciere.
Ni yo mismo lo entiendo.

Limpias mis lágrimas de escayola
y meces alegrías de agujero negro.
Fuera de lógicas que no entiendes
y de entendimiento.
Y hacemos, parece
apenas,
los mismos gestos.
Y también funcionar
parecen,
más o menos igual
nuestros cuerpos.
Aunque no es para nada cierto.

Aunque seamos la misma persona
en distintas dimensiones.
Sombras proyectadas entre ellas
en el tiempo,
no lo entendemos.

Y, de pronto, una noche se abren mis ojos
y veo cómo mira alguien que ama y mira en otro sendero
y, sin girar la cabeza, se cruzan nuestros miedos.
No podemos pasar ese umbral
que nos separa.
Aunque tengamos claro
que todo lo que sintamos
será sincero.

Y es porque tú sientes de una forma
Y yo de otra.
Esencialmente otra.

Pero podemos sentir lo mismo.

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