Ir al contenido principal

El Silencio

¡SH! Oye el silencio. Hay cosas en él que ni te atreverías a oír, ni podrías, pero haciéndolo, puedes sentirlo. Un eco frágil pero invulnerable. Una sombra del sonido. Una sombra, burlona pero libre. Libre. Libre.

Una sombra de la que todo el mundo habla pero nadie ha visto, ni oído, sólo sentido. Capaz de recrear momentos tensos y tiernos. Necesaria, más incluso, que el propio sonido en ciertos momentos. No me gustaría ser sordo, ni mucho menos. Ni maldigo ni me burlo de los que lo sean. Simplemente, quiero hacer ver que, entre el bullicioso y estresante o sencillo y bello mundo del sonido, hay silencio.

El silencio es el amo del sonido, que le entrega el mandato para sonar cuanto quiera, pero puede imponer su poder en cada instante deseado. Pasa desapercibido, ignorado, distante.

La oscuridad del sonido, luce entre los ambientes. No es que no suene nada cuando no lo percibimos con nuestros oídos, sino que nuestros oídos, imperfectos, no son capaces de escucharlo.

Sólo los verdaderamente capaces de hacerlo, pueden quedarse inmersos en un mundo de tinieblas. Sólo los que tienen la libertad para disfrutar la libertad, pueden disfrutar de la música y del silencio.

Los que no tienen el valor suficiente para ver ambos mundos, se quedan estancados en uno. Si bien es cierto que en él está todo el mundo, ¿no será que nadie tiene el valor suficiente?



Séptimo Tributo...A La Libertad

Comentarios

Popular Posts

Cacatúa (poema-calambur)

¡Caca tuya, cacatúa…! Cacareas cacas, rea… ¡Cacatúa! ¡Cacarea! Carámbanos vanos, cacatúa, es lo que sale de tu cacareo. Rea de cacas tuyas eres, cacatúa. Rea de tus deseos. Sueñas cacatúa, cacas tuyas. ¡Cacarea! ¡Rea! ¡Cacarea tus deseos! ¡Carámbanos de sueños ¡Vanos anhelos! Cacas tuyas, cacatúa son tus cacareos ¡Cacatúa! ¡Caca túa! ¡Túa! ¡Caca rea son tus sueños! Imagen libre de Wikipedia Sátira poética a la vanidad de

La bandera

Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot