Entonces le pregunto a la inmobiliaria
cómo es la casa.
Y hay una cama de matrimonio.
Y hay espacio para hijos.
Y no hay espacio para amantes
ni una plaza en el salón
un cardos ni decumanos
que unan, al modo romano
las vidas
de todas las personas
que me habitan.
La inmobiliaria me quiere discreto
en todos los sentidos
pero soy continuo
y continúo
espectrando en mi cabeza
las paredes de este sitio
imaginando mansiones
con apenas columnas maestras
pequeñas
y habitaciones como salones
y salones como países
y países como planetas
de gente que se conecta
se circunnavega
y se encuentra
los pasillos son cortos como parpadeos
y los encuentros largos como odiseas
todo el mundo hace la comida y limpia
todo el mundo hace la vida con su vida
y la concilia
todo el mundo hace el amor
sea como sea que lo imagina.
La inmobiliaria me dice que no
que son dos habitaciones
un baño
a 15 minutos del metro
con plaza de garaje
y 1500€ euros
sin gastos incluidos, por supuesto.
La inmobiliaria no sabe
que quiero un hogar, no una casa.
En la que quepa todo el mundo
a quienes quiero,
A mis amigos y amantes y
sus gatos y perros y
sus estudios y oficinas y
sus deberes y sueños.
Pero es que las inmobiliarias
venden casas
no venden eso.
de ©Shathu Entayla
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