Cuando el mundo
parecía deshacerse
en los brazos del peligro
de la nada apareces
y te abrazas al yute
como un reo al presidio
de su recién nacida libertad;
de la nada apareces con esos ojos
de anarquía relacional
de madera que parece mimbre:
dura y, mojada, flexible;
de amor, de juego y verdad.
Cuando el mundo
parecía deshacérseme
y los restos del corazón
los guardaba ese otro amor
juvenil de lo viejo, casi en ciernes;
cuando ese amor a veces pensaba
que era el único refugio que quedaba
en ese mundo sin corazón
llega un lunes, luego, viernes
y, de la nada, apareces
con respeto y fuego
y niñez, y meces
esos restos, con ternura.
Y de pronto todos crecen.
Y brota un amor con mesura
que, aunque sabe protegerse,
por ti la esperanza se cura;
y brota un amor con mesura
que, comparte, y es con creces
porque al multiplicar amor, perdura.
Cuando el mundo
parecía deshacérseme
en la desesperanza futura
vienes tú y me atas fuerte
y al mirarnos, la duda
sobre el mundo no perece,
pero al menos sí parece
que el peligro se enmudece
en tus manos nada mudas.
Y que al besarnos, la ilusión
regresa, y sin ayuda
los hogares que creamos
se llevan bien con las dudas.
Las cervezas del día que apareciste |
de ©Shathu Entayla
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