Ir al contenido principal

La afinidad no explica el misterio (Cariño IV)

Me encanta cómo te ilusionas con el amor
aunque lo adoleces.
Me encanta lo rara que eres
con lo normativa que pareces.

Me siento a gusto en las palabras que me lanzas,
en lo que me cuidas siempre.
Tanto que desnudarme contigo
literal y figuradamente
parece algo nimio, a veces.
Tú, como puta que eres,
sé que desnudarte es muy corriente
pero sé que hay algo entre tú y yo
algo disidente
algo anárquico
algo que baila fuerte
algo perenne
algo que estaba antes de conocernos
pero que nos une siempre
algo que nos hace echarnos de menos
que a mí se me cura al verte
y que a ti te hace quererme.

Ese algo es un misterio
en el que he pensado muchas veces.
Está claro que afinidad teníamos
lo sabía el que nos conociese
mucho antes de que cualquiera 
en la vida del otro apareciese.

Pero hay algo que es cierto.
La afinidad no explica del todo
ese misterio.
La afinidad no explica del todo
que, muy en serio,
sintamos que estamos ahí para el otro
que llamarnos sea obligatorio
incluso cagando, algo notorio
porque necesitemos la manera concreta
que tenemos de organizar la voz
de una forma que, a los dos,
nos da alivio y buen reposo;
porque soy un favorito tuyo y en el fondo
de mí también lo eres, de otro modo.
Por cómo pensamos. Por el cariño.
Por nuestro compromiso siendo amigos.
Porque ese misterio que te digo
es que, llevarnos bien, era obvio
pero nos queremos bien y bonito.

Ojalá me prostituyas pronto
porque al acercar una su mundo, 
con su mundo se acerca al otro.
Ojalá me veas actuar pronto.
Ojalá perreemos siempre hasta el fondo.
Ojalá brilles siempre de lo buena que estás
y que buenos brillos des a mis ojos
por lo sexy y espectacular,
pero no de tu cuerpo, del sofoco
de sonrojarte disfrutando de bailar
y saborear el tiempo poco a poco.
Yo ya he bailado mucho contigo
diciéndonos lo que nos duele, a los ojos.

Que estés en mi vida siempre. Eso quiero.
Ninguna mejor confesora tengo.
Nadie más salida del tiesto.
Nadie que huya tanto del ropero.
De la poca gente que comprende cómo quiero
y a la que yo también comprendo.
De la poca gente, de la que quiero
con la que me sienta en casa, todo el tiempo.
Fue fortuito conocernos, 
eso es cierto
y aunque a dios a lo que sea, le agradezco,
la voluntad de querer, y bien querernos,
hace el resto
y es por eso por lo que te quiero
aunque te conocí sin quererlo.


 de ©Shathu Entayla

Comentarios

Popular Posts

Amores singulares, en plural

Y mirarte a los ojos y morirme de hambre por querer abrazarte por bailar en tus lirios. Porque yo codicio  almas con la piel y no es lo mismo que codiciar solo las pieles. Porque quiero el calor que dan y no la sangre que tienen. Porque un alma sin viajar  a ninguna piel pertenece. Yo pertenezco a quien me quiere. Y viajo de mí para tí. Quiero anidarme en tí  como el rocío a la tierra como el calor a la piedra como un romance en abril Quiero enternecerme en soñar tu cobijo. Quiero enternecerme en ti y eso elijo. Quiero que seas ese lugar donde perderme y bailar sin pasadizos. No sé quién serás, y no importa. Si me amares, es lo mismo. Pero luego te miraré reflejando tu amor porque, aunque para ser amado todo cariño es prolijo, tu color para amarme cambiará los ojos con que te elijo. Ven a besarme y a abrazarme y viajaré rápido al suicidio. Porque matarme por elegir amor no es más que vivirme en otro sitio. Ámame, que eso quiero. Que cuando falta, de amor, alivio todo los ...

El resquebrajo

Y de pronto el resquebrajo que ya sentía sólo sirve para acabar de romperme, y los pedazos de mí se clavan en mi capacidad de dormir, de sonreír y de querer la vida. Yo, que siempre fui la Antígona que va a morir por lo que le importa pero que se desnuda para sentir el aire frío y sentir que está viva. Yo, la Antígona, que muere cuando su hermano muere por segunda vez, está vez en el destierro de su cadáver. Yo, como ella, muero. La vitalidad de Antígona se va en su muerte. Su muerte es su muerte. Pero mi muerte es la vida.  El resquebrajo es como un desprendimiento: había indicios, pequeñas señales que el monte iba a caerse, pero de repente se cae, y parece que nunca hubo aviso. O que daba igual que lo fuera, porque era inevitable. Parece un capricho de Dios. Parece que no había nubes de tormenta. Pero, de repente, todo es barro, todo es polvo. Todo es hiel. El resquebrajo ya no es tal. Ya estoy roto. Como están rotas las conchas de mar llevadas por el agua. Como el mimbre cuando ...

Tener libido es de aliens

Leo una novela erótica. Me enternece la complicidad. Se ponen a follar. Me pongo nervioso. No cachondo, no. Nervioso como el gerbo que huye. Leo el polvo como leo un epitafio y me fuerzo a acabar el capítulo. (Aunque los nervios no querían). Una, tiene un orgasmo: vital y místico. Otro, no se corre pero: vital y místico. Se despiden. Se besan . Me enternece la complicidad. Acaba el capítulo. Cierro el libro. ... Me entran ganas de llorar. Acabo de leer sobre aliens. Los aliens no son de mi especie. Funcionan distinto. ... Me entran ganas de llorar. porque yo antes era un alien. Siento que nunca he follado. La parte de mi que folla se ha roto. Siento que nunca he querido hacerlo cuando siempre tuve luciérnagas en los ojos con los que miro todo. Algo de mi alma se ha roto. Y estaba en mi cuerpo. Y, dentro de mi cuerpo, en mis ojos. Algo de mi alma se ha roto. Algo vital y místico, como en ese polvo, que ahora es polvo de mis ojos. de ©Shathu Entayla