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Corazón de montaña

Hace días largos
largos días dejaban huella
en el corazón de tus ojos.
Y ahora están descansando.

Ahora te veo y me miras.
Me miras sin males ni llantos,
me miras con brillo en los ojos.

Grifos son tus labios
de agua de mar salada.
No como el agua de río
que llevabas.
Que sin deber serlo
era salada.

Ahora no.
Ahora tu mar,
tus ojos,
tus labios,
tu cara,
tu andar
son en calma
bajo montaña.

Bajo el corazón
que es portor del paisaje
entre sus ansias.
Eres tu valor de corazón
y por ello el dolor
no te arredra ni espanta.

Pero ten cuidado, corazón
de montaña
que tus aguas de mar
son saladas,
y el mar, al ser mar
no te daña
pero antes sí que te dañaba
cuando eras de río de montaña.

Y los peces son distintos
entre aguas de sal y saladas.
Pues son distintas aguas
y sus hogareños, cambian.
Tus ojos irradian
esa diferencia.

                     En tu mirada
está tu corazón de motaña,
pero llevar una montaña
es una carga;
cargarse a uno mismo
siempre cansa.

Mantén tu vigor, Mirada,
Corazón de tu montaña.
Pero recuerda que miras con el corazón
y por el corazón
caen montañas
dejando salir las aguas
que no fueron saladas.

A quien ya vi sin brillo al fondo de los ojos una vez.
A quien lo recuperó.
A quien no quiero que se lo quite nadie. Ni lo vuelva a perder.
Ni a ella misma.

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