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Semibiografías

¡Buenas a todos! Quería anunciaros una nueva sección en el blog, que será el título de esta entrada.

Veréis, el caso es que, a vuestras espaldas (risa malévola) he estado escribiendo muchas historias que realmente me han pasado como "La Chica de Opañel" (literalmente), "Inocente Opinión", "Soliloquio",... y otras que son inspiradas a la realidad, como es "Blanco y Negro", por ejemplo.

Así que, he decido hacer mención a estas entradas de esta forma, pues me parecen muy curiosas de contar. No contaré cuan real es o no la entrada (exceptuando esos ejemplos) pero la gran mayoría serán historias que me hayan pasado de verdad, y dada la extrañeza de esas historias, creo que es necesario atravesar la cuarta pared y contaros que esas historias son de verdad.

Nada más, en cuanto haga la sección podréis comprobar qué historias son cosas que me han pasado en la realidad y, creo que os va a sorprender averiguarlo...

¡Una luz para vuestras sombras! =)

Shathu.

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La bandera

Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot