Y cuando has
hecho todo,
¿qué queda?
Cuando se te
agotan las opciones;
cuando imaginas
espejismos
de
sensaciones de encuentro;
cuando no
puedes ni trascenderte
y te ves
hasta la sangre en el espejo,
quedando el
aburrimiento,
y el
silencio;
cuando el
mundo es el carcelero
y de pronto existe
Finisterre,
y este año
su costa es tu alféizar;
¿qué puedes?,
¿dónde lo haces?
¿Adónde sueñas?
Los días, estos
días, tiene,
un número
indefinido de horas,
en las que
las ganas
de vivir,
van y vienen,
pero, por
primera vez,
eso no
importa
nada.
Porque la
vida
no pertenece
a sus ganas
La realidad
humana la hemos hecho
con ganas:
ladrillo a
ladrillo,
ley a ley.
Pero la
Naturaleza
tiene sus
normas,
y son
eternas
y estaban
antes
y no se
cambian.
Las nuestras
solo duran el tiempo
que podemos
aplicarlas
o el que
estamos con vida
o el que estemos
con ganas.
Nunca pensé
que diría esto
pero, la
ciudad, la echo de menos:
sus líneas
predecibles,
sus caminos
caminables.
Pero ahora,
en medio de la ciudad,
y del mundo,
hay un botón
de pausa
que Dios
pulsó sin avisar
que nadie
supo que existía
o no quiso
ver que existía
y que no
sabemos en qué momento
volverá a
activar,
ni quién
podrá verlo.
Cada vez más
las paredes del
mundo
son
las de mi
cuarto.
Cada vez más
soy mi cuarto.
Y siento
cómo escapa mi tiempo
a través de las
costas de mi ventana,
como si
fuera un ovillo
con un hilo
suelto, y tiraran
hacia fuera.
Y de dar
vueltas, me mareo.
Y de
perderme, me mareo.
Y de
marearme, me duermo
o sea, que
me muero.
Muero lento.
Sin darme
cuenta:
como con el
monóxido
de una
estufa.
Y mientras,
fuera,
algunos
cuartos, se rompen,
y algunos
ovillos, se queman
sobre pistas
de hielo
con negros e
inesperados
propósitos;
y al final
ya quemados,
ya tirados,
es
inevitable deshilarse
(sino
deshilacharse).
Y siento
cómo cada día
visita mi
cuarto la muerte
y me
susurra, dulce,
“que soy
paciente, tranquilo”
y cándidamente
y sin
haberlo visto
tiene un
montoncito de mi hilo
al otro lado
de mi alma.
Lleva años
haciéndolo.
Pero nunca
antes la había visto.
Y ya no
puedo evitar mirarla.
de ©Shathu Entayla
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