Cruces de diamante sobre
infantes de guardería.
Madres que no esperarían
a aquel pequeño inconforme.
Cruzado en brillos dispone
una ceguera infrahumana
al bienestar que reclama.
Y cuando toda luz va
esos tiernos ojos dan
una mirada alienada.
Es entonces cuando, pobre
de alma, el niño querría
-o niña- la simpatía
que se le niega, en orden
de dejar todo conforme.
Pero pobre sigue de alma
pues ya no le nutre nada.
Y cuanto más lejos, más
fuerte, distinto y cabal
se convierte en su crecida,
menos rico, más consorte
se vuelve su vacía
existencia. Niño o niña
nada importa. Es la vida
la que niega la salida
de la soledad, la nada,
el hartazgo y la cruzada
de brillos de diamante. Mas,
¿qué más podríamos dar
si esa vida está acordada?
infantes de guardería.
Madres que no esperarían
a aquel pequeño inconforme.
Cruzado en brillos dispone
una ceguera infrahumana
al bienestar que reclama.
Y cuando toda luz va
esos tiernos ojos dan
una mirada alienada.
Es entonces cuando, pobre
de alma, el niño querría
-o niña- la simpatía
que se le niega, en orden
de dejar todo conforme.
Pero pobre sigue de alma
pues ya no le nutre nada.
Y cuanto más lejos, más
fuerte, distinto y cabal
se convierte en su crecida,
menos rico, más consorte
se vuelve su vacía
existencia. Niño o niña
nada importa. Es la vida
la que niega la salida
de la soledad, la nada,
el hartazgo y la cruzada
de brillos de diamante. Mas,
¿qué más podríamos dar
si esa vida está acordada?
Imagen de IraEm en Pixabay |
Comentarios
Publicar un comentario