Ir al contenido principal

Corazones en guerra

ESCENA 1

SOLDADO.− ¿Otra vez, enfrentados? ¿Tú y yo? ¿Hasta cuando? (Pausa.) No sé qué manía tienen ahí fuera con que luchemos entre nosotros. Repetir todo el tiempo la misma batalla no va a hacer que termine la guerra. (Pausa.) Lima. ¿Lima? ¿Estás ahí?(Pausa.) Te recordaba más habladora hace un momento. (Pausa.)  

Hablas muy bien. Especialmente con la boca y con los puños. La técnica del Amorodio es tu especialidad, sin duda. (Recoge unos cartuchos de dinamita en una caja que también coge del suelo..) Apuntas al corazón, lo ablandas y lo abrazas. Y si te ves en peligro cortas con la misma gentileza la aorta y la cava. (Termina de recogerlos. Pausa.) Así la sangre sale y entra uniformemente. En cierta forma tu muerte da vida, porque nunca atraviesas la piel: no se escapa la sangre (Pausa. Mira a Lima. Mete los cartuchos en la caja, la cual coge y lleva consigo.), lo único que pasa es que uno queda más sensible. Ahora, si me mueves mucho, el pecho se me amorata. Tengo que andar siempre en equilibrio para no desarrollar una hemorragia demasiado grave. (Pausa. Se acerca a Lima.) 

Eres buena. Muy buena. (Pausa.) Lo que nunca he tenido claro es por qué te hiciste también eso de cortar la aorta y la cava. ¿Necesitabas algún tipo de justicia, de "igualdad de condiciones" frente a tu contrincante? (Pausa. No hay respuesta.) Eres el adversario más justo que he tenido nunca. (Pausa.) 

Por eso no quiero volver a luchar contigo. Cada vez tengo más claro que, en realidad, estamos en el mismo bando. (Deja la caja en el suelo y se acerca más.) Sólo hay que ver nuestros corazones. Igual de sensibles. Igual de cortados por la aorta y la cava. (Coge una nota de la chaqueta de Lima. Lima está fija en una posición y no se mueve. No se ha movido en toda la escena.) 

A ver... (Lee.) "Para ti (mi contrincante)" (La abre.) "Supongo que me lo reprocharás cuando vengas: mi aorta y mi cava las cortaste tú, y tú te cortaste las tuyas". Lima, cielo. Eso no es verdad (La estatua de Lima, llora.) Estoy seguro de que no lo hice. Yo nunca te hago daño. (Lee el reverso de la carta:) "Yo tampoco". (Pausa.) Y si lo he hecho, nunca lo he hecho a posta, Lima. Te lo prometo. (Abre una pestañita que tiene la carta.) "Yo tampoco"... 

Eso no es verdad, Lima. Tú sí me has hecho daño. (Se derrama su corazón. Hemorragia.)... me duele... (Pausa. Adoleciendo.) Ayúdame, por favor. No quiero ser más tu adversario... (Silencio.) ¿Por qué no me contestas? (Empuja la estatua de Lima. Se vuelve ceniza y vuela con las brisa. Él se sigue desangrando.)

Lima. ¿Lima?... ¿Estás ahí?... No te has ido, ¿verdad? (Pausa negra.) Dios, ¿qué te he hecho? (Poco a poco se vuelve negro. Color ceniza.) No quería hacerte daño... De verdad. Quiero... Quiero... A ti... Te quiero, Lima. No quiero más esta guerra... No puedo seguir luchando siempre contra ti. (Pausa. Sigue ennegreciéndose.) Sé que somos compañeros de batalla en otra guerra... Pero en esta nos ponen de enemigos. (Pausa.) No quiero. (Pausa.) 

No depende de ti, (la mitad del cuerpo es negro. No se puede mover de piernas a cintura.) ni de mí... Depende de nosotros. Sólo de nosotros, Lima. De nosotros juntos y por separado.  

Está completamente negro. Pausa larga. Una brisa se lleva también el cuerpo negro, hacia el lado contrario al que voló la estatua de Lima. Pausa. Entran Lima y el otro soldado. Cada uno por su lado de siempre. No son ceniza. Se acercan al centro y se saludan.

AMBOS. (entre sí)− Hola.

AMBOS. (al público)− Hola.

ESCENA 2

Van hacia el proscenio. Detrás de ellos, una bomba nuclear. Oscuro y pausa. Una luz apunta a unas escaleras que suben al proscenio, donde los dos están sentados.

LIMA.Ya era hora.

SOLDADO. Necesito que esto acabe bien.

LIMA.− Ya ha acabado.

SOLDADO.− Todos muertos

LIMA.− Otra vez.

SOLDADO.− En cada batalla.

Pausa.

SOLDADO.− ¿Te queda algo de corazón?

LIMA.− Sin sangre.

SOLDADO.− El mío tampoco tiene. Se ha quedado toda en mi piel.

Pausa.

LIMA.− Quiero que esto acabe bien.

SOLDADO.− Ya ha acabado. 

LIMA.− Para siempre, ¿no?

SOLDADO.− Sí. Pero bien está lo que bien acaba...

LIMA.−... y esto no está bien.

SOLDADO.− No.

LIMA.− La guerra sigue, aunque halla acabado la batalla.

SOLDADO.− Exacto. (Pausa.) Yo no quiero guerras.

LIMA.− ¿Qué quieres?

SOLDADO.− Sangre. Sangre nueva. Cirujía para mi aorta y mi cava.

LIMA.− Yo también quiero.

SOLDADO.− El Amorodio no funcionará, ¿verdad?

LIMA.− Moriríamos y no podríamos batallar en más guerras.

SOLDADO.(Pensando.) Lo suponía.

Pausa.

LIMA.− ¿Soldado, tienes fe en tu patria?

SOLDADO.− Algo me queda.

LIMA.− Bien. Pues deja que se curen solas tus arterias. Yo me curaré también las mías. Si no morimos por el camino y volvemos a encontrarnos en los campos de trigo quemados, seremos compañeros.

SOLDADO.− Sea así.

LIMA.− Las heridas del alma se pueden hacer más grandes para oxigenarlas, pero no pueden desinfectarse. O se curan sanas o no se curan.

SOLDADO.− Sea así. (Llora.) ¿Y qué pasa si morimos? 

LIMA.− En tu patria morirás. Y yo también.

SOLDADO.− No quiero morir.

LIMA.− Ni yo que mueras.

Silencio incómodo.

SOLDADO.− Soy egoísta, ¿verdad?

LIMA.− Sí.

SOLDADO.− Es para sobrevivir. Cuando pase el peligro, dejaré de serlo.

LIMA.− Lo sé.

SOLDADO.− Y nos encontraremos. 

Silencio incómodo.

SOLDADO.− Me puede el miedo, Lima. Me puede. Me puede...

LIMA.− Entonces, vete.

SOLDADO.− No quiero irme.

LIMA.− Entonces no me lo digas.

SOLDADO.− Tenía que contártelo.

LIMA.− No. Elegiste contármelo.

SOLDADO.− Elegí contártelo...

LIMA.− Sí.

Silencio incómodo.

SOLDADO.− Lima...

LIMA.− ¿Qué?

SOLDADO.− ¿Por qué no podemos parar de luchar?

LIMA.− Porque amamos y estamos vivos.

SOLDADO.− ¿Tú crees?

LIMA.− No lo creo. Lo veo cada vez que explota una bomba nuclear. Siempre acabamos aquí. Los dos sentados. Luchando otra vez. Ha vuelto a empezar la batalla y no nos hemos dado cuenta.

Soldado sonríe y abraza a Lima.

LIMA.− ¿Qué haces?

SOLDADO.− Yo...

LIMA.− No digas nada.

SOLDADO.− Quería... (Pausa.) Es muy difícil.

LIMA.− Nadie dijo que fuera fácil.

SOLDADO.− Es que es muy difícil

LIMA.− Entonces, vete.

SOLDADO.− ¡No quiero irme, Lima! ¡Para de echarme!

LIMA.− ...vale...

SOLDADO.− ¡No puedo estar en tu bando si no me dejas!

LIMA.− ¡Ni yo en el tuyo si huyes cuando llego! 

Silencio incómodo.

LIMA.− Esto no va a ninguna parte. (Se va volviendo negra muy rápidamente.)

SOLDADO.− Hagamos que vaya.

LIMA.− No lo entiendes. No quiero más bombas nucleares.

SOLDADO.− Yo tampoco.

LIMA.− Bien. ¿Y qué hacemos?

SOLDADO.− Deberíamos dejar de luchar.

LIMA.− Gracias. Eso ya lo sabía. (Se vuelve negra.)

ESCENA 3

SOLDADO.−  ¿Otra vez, enfrentados? ¿Tú y yo? ¿Hasta cuando? (Pausa.) No sé qué manía tienen ahí fuera con que luchemos entre nosotros. Repetir todo el tiempo la misma batalla no va a hacer que termine la guerra. (Pausa.)  Lima. ¿Lima? ¿Estás ahí? (Pausa.) Te recordaba más habladora hace un momento. 

¡Espera! No... Otra vez no... No voy a luchar. Estoy vivo. Amo y estoy vivo, pero no voy a luchar. ¡No más!

Lima, ¡me voy de aquí!

ESTATUA DE LIMA.− Vete.

SOLDADO.− ...¿Qué?

ESTATUA DE LIMA.− Vete. ¿No querías irte? 

SOLDADO.− No... No lo entiendes. Quiero dejar de luchar. Como tú.

ESTATUA.− No luches.

SOLDADO.− No me dejas no hacerlo.

ESTATUA.− Tú tampoco.

SOLDADO.− Yo no te he hecho que luches.

ESTATUA.− Ni yo a ti.

SOLDADO.− Eso es ment...

Pausa. Se miran.

SOLDADO.− Lo siento.

ESTATUA.− Te perdono. Hasta la próxima vez. (Se vuelve Lima, de pronto.)

SOLDADO.− ¿Próxima vez?

LIMA.− Habrá más bombas. 

SOLDADO.− Me siento encerrado.

LIMA.− Ya sabes. Puedes irte.

SOLDADO.− Puedo.

LIMA.− Puedes.

SOLDADO.− Puedo. Pero eso no es suficiente.

LIMA.− Lo sé.

SOLDADO.− El problema es que no quiero. Te lo he dicho.

LIMA.− Dices mucho pero haces cosas distintas.

SOLDADO.− Los dos.

LIMA.− Sí.

SOLDADO.− Hay que encontrar un equilibrio.

LIMA.− ¿Un equilibrio? ¿Amar sin luchar?

SOLDADO.− Exacto.

LIMA.− No se puede. Amar es luchar. Como luchar es vivir.

SOLDADO.− No quiero creerte.

LIMA.− Lo sé. Nunca quieres.

SOLDADO.− Eso tampoco es cierto.

LIMA. ¿Lo ves?

SOLADO.− ¡Mierda! ¡Esto es un bucle! 

LIMA.− No. Es una guerra que nadie gana, porque es por el placer de matar, no para conquistar.

SOLDADO.− Yo no quiero matar.

LIMA.− Yo tampoco.

SOLDADO.  ¿Entonces?

LIMA.− Pero da placer.

SOLDADO.− Y amar tambien.

LIMA.− Son lo mismo.

SOLDADO.− No voy a volver a caer en eso.

LIMA.− ¿En qué? (No contesta.) No contestas, ¿no? Pues vuelvo a mi estatua. (Soldado se adelanta y se vuelve negro.) Con que esas tenemos, ¿eh? (Lima se vuelve de piedra igualmente.)

Ambos salen volando en la misma dirección. Bomba nuclear. Oscuro. Proscenio con una luz, como al principio.

SOLDADO.No sé si quiero esto.

LIMA.− Normal.

SOLDADO.− Más bien, no quiero luchar.

LIMA.− Ni yo.

SOLDADO.− Abrázame.

Lima lo hace. Soldado le devuelve el abrazo. Lima sonríe.

LIMA.− Es un alivio cuando conseguimos no luchar.

SOLDADO.− Lima, creo que estoy curado del corazón.

LIMA.− Yo también. Tampoco sangro ya.  

SOLDADO.− Sí. Sólo hay que mantenerse a la luz. Sin decir nada.

LIMA.− ¡Sss! No hables más, que habrá guerra.

Pausa.

Soldado asiente para no hablar.  

Oscuro y TELÓN.                      

Imagen de geralt en Pixabay
                                                                             

Comentarios

Popular Posts

Cacatúa (poema-calambur)

¡Caca tuya, cacatúa…! Cacareas cacas, rea… ¡Cacatúa! ¡Cacarea! Carámbanos vanos, cacatúa, es lo que sale de tu cacareo. Rea de cacas tuyas eres, cacatúa. Rea de tus deseos. Sueñas cacatúa, cacas tuyas. ¡Cacarea! ¡Rea! ¡Cacarea tus deseos! ¡Carámbanos de sueños ¡Vanos anhelos! Cacas tuyas, cacatúa son tus cacareos ¡Cacatúa! ¡Caca túa! ¡Túa! ¡Caca rea son tus sueños! Imagen libre de Wikipedia Sátira poética a la vanidad de

La bandera

Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot