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Tiburón: gendarme de almas

Ven, Tiburón
tú, que nadas bajo
en el fluido de mi espíritu.

Come, depreda, sáciate
extíngueme por dentro
que sólo quiero que un tiburón
me surque mar adentro.

Eres un megalodon charcarodon
bebedor de la vida de mis ansias
amante del manantial de mis entrañas
que brillan si matas añoranzas.

¡Vive para siempre en mi, Tiburón!
Pues tú estás inmerso en el mar de mi alma
y cuando transpiras por tus bellas branquias
tú también te llenas de mí.

¡Vive y ama el océano!
Que al igual que tú amas el agua
el agua también te ama a ti;

y tú,
como único ser eternamente vivo en mis aguas
como depredador de soledades
y de las falsas nimiedades;

tú, al no haber si quiera un viento
en la superficie de este mar
que pueda hacerlo fluir;

tú, Tiburón
eres responsable del flujo de mi alma
al haber derrocado a todos los males
dejando vivas las virtudes amadas

tú, Tiburón,
eres el amor que me posee y me sacia –
que me protege de los peces parias.

Por eso,
tú,
Tiburón
eres el gendarme de mi alma.

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