Ir al contenido principal

El pozo

Cuando te pedí cariño
me lo negaste.
Y cuando me tocaste
ya no quería que me tocaras.

Y no entendiste.
Y no entendí.
Y me fui
a llorar afuera
buscando en la brisa fría
el camino de vuelta.

Cuando te pedí cariño
me lo negaste.
Y al rechazarme
no me ofendiste
no vino el fuego de la ira
no
sino el pozo oscuro
de la tristeza
que no era más 
que otra sombra
de la soledad.

Cuando te pedí cariño
me lo negaste.
Al rechazarme
soltaste sin querer
el único dedo que tenía
agarrándome al borde del pozo.
Y caí dentro.

Y no entendiste.
Y no entendí.
Y me fui
a llorar fuera
y a escribir
para buscar en teclas frías
el camino de vuelta
hacia mí.

Cuando te pedí cariño
me lo negaste.
Y ahora estoy al fondo del pozo
caído
aturdido
pero pensando más en subir
y no en caer al abismo.

Ya estoy en mí.
Ya me he visto.

Cuando pueda levantarme
desde mí
estaré en mí.
Para que puedas abrazarme.
Un abrazo tuyo ahora
caería al pozo.
La luz del amor
no se ve desde aquí.

Y sé
que no entendiste
no entendí
pero ya entiendo.

Tu rechazo era nimio.
Mi reacción, furtiva.
La distancia
entre tu nimiedad y mi huida
era la soledad en mi espíritu.

Si necesitaba tu amor
y lo rechacé tras pedirlo
era porque no me salvaste
del borde del abismo.
Pero querer amar por amar
y por salvarse, no es lo mismo.

Cuando te pedí cariño
me lo negaste.

Cuando me lo quieras dar
estaré listo.

Imagen de ATDSPHOTO en Pixabay

 de ©Shathu Entayla

Comentarios

Popular Posts

Cacatúa (poema-calambur)

¡Caca tuya, cacatúa…! Cacareas cacas, rea… ¡Cacatúa! ¡Cacarea! Carámbanos vanos, cacatúa, es lo que sale de tu cacareo. Rea de cacas tuyas eres, cacatúa. Rea de tus deseos. Sueñas cacatúa, cacas tuyas. ¡Cacarea! ¡Rea! ¡Cacarea tus deseos! ¡Carámbanos de sueños ¡Vanos anhelos! Cacas tuyas, cacatúa son tus cacareos ¡Cacatúa! ¡Caca túa! ¡Túa! ¡Caca rea son tus sueños! Imagen libre de Wikipedia Sátira poética a la vanidad de

La bandera

Cada vez que te abrazo, muchas cosas me pasan. Siempre mis manos a tus largos bosques se lanzan y cuando te acarician se enganchan en sus ramas. Bajo esas largas ramas siempre encuentran tu espalda. Planean en los surcos de tu piel, como emplumadas como sin peso, y aterrizan en tu piel de nácar. Y pecho y pecho. Mejilla y mejilla. Juntadas, tras del aterrizaje, como visagras. Como si en pulso y rubor se juntara el alma. y que los pulsos y rubores se contagiaran. El contagio, en un desliz voluntario, atrapa de improviso los pares de labios que, aunque escapan de la atadura del pulso y rubor, no se marchan. Y en un vaivén, los labios atados, se desatan y el aire vuela, vuela y vuela entre las visagras. Pero aunque vuela, cambia y baila, luego se apaga y solamente el silencio suena, labios en calma. Y al abrir los ojos, y reenfocar la mirada veo tu cara, el rostro precioso al que besaba. Ese rostro. Un rostro que es una bandera izada sobre el mástil de un cuerpo de una belleza franca. Un

Un abrazo

Alquitranes húmedos besan mis sketchers ya pasadas dadas de sí por miles de pasos. Unos andados, otros bailados. Otros que buscan algo. A veces, en estas noches como un pecíolo de hoja que, en otoño se resquebraja en silencio mucho antes de caer, mi ánimo, también se resquebraja. De mis ojos salen lágrimas  que son de aire porque la humedad la tienen el alquitrán y mis pasos y mi sudor y mis pasos. Y por la soledad de dentro de mis ojos no sale nadie. Muchísimas noches abrazaría el aire me devolvería el abrazo más amable el más tierno, el más gentil, y el más suave Pero es que de todo eso es demasiado el aire y se desharía entre mis manos de carne. Necesito un abrazo que sea tierno y terso y firme y sinuoso. Justo como el dibujo del resquebrajo de ese pecíolo qué está en mi ánimo. Un abrazo  que dibujara el resquebrajo pero en sentido contrario: que acabara de romper o reparase esa hoja. Un abrazo. Que me impidiera llorar o precipitara el llanto. O quizá a encontrarme o romperme con ot