Ir al contenido principal

Fantasía lupina

En una noche de cielo marino
oscuro y abisal
con tenues nubes errantes
rojigrises
pardiblancas
hemos dejado al Placer guiarnos
haciendo de nuestra piel, lobas
que derriten el hielo
con sus patas de piel y vello,
con correas al cuello.
Someternos cuerdas
a las cuerdas de su trineo.

Cada gemido un camino
en la montaña.
Cada orgasmo un salto lupino
esculpido en el hielo.

Nosotras, las lobas,
sometidas al Placer.

En uno de esos saltos
rompernos
salir disparadas
notar la brisa que se 
choca 
con el cuerpo
antes de tocar el cielo
y caer
sabiendo que al caer 
nos partimos en dos.

Y que al hacerlo,
al partirnos sin rompernos,
sale humo denso
casi líquido
balsámico
lúbrico y poderoso
algo cítrico
algo dulce
y muy sabroso
que disuelve el hielo alpino.

Querer partirnos en dos
y que cada parte
vuele hacia el lado contrario
y poco a poco
aminore para aterrizar
suavemente
sobre el orgasmo.

Cada loba un orgasmo
cada gemido 
un aullido cantado
trazado en el aire.

Orquestar los aullidos
jadeando
contrapuntísticamente.
Mareando
a los límites del cuerpo.
No poder concretarlos.

Probarte.
Probarme probando.
Probarnos.
No saber quién se está probando.
Ser una hidra lupina de dieciséis patas
y a la vez apenas tocarnos.
Tener (o ser) un cuerpo comunitario.

Y al despertarnos
seguir cabalgando el camino,
más que corriendo, paseando
y llorar por dentro
como expandiéndonos
como catarsitándonos
como intoxicandonos
como oxitociéndonos
Verlo todo sin mirar.
Sentirlo todo sin tocarlo.
No poder hablar.
Apenas oír ya los cantos.

Sólo encontrar, al final de la montaña
un refugio en la Ternura
que ella nos estuviera ya esperando
y nos cuide como perras que somos
y nos alimente tras la 
larga 
y descongelante
travesía.
Incluirnos a las lobas del Placer
en la familia.

Y dormir
con las patas sucias del camino
al lado de la hoguera,
y con el olor 
a leña quemada,
y con el calor,
enternecernos.
Y disolvernos en ese humo denso
colorido y cítrico
seminal y precioso
inmarcesible en el alma,
arrebolado 
como el aire caliente,
sedoso 
como paz creciente,
mimoso
como hojarasca bajo zuecos
candorosos.

Y una última vez, rompernos
Rompernos como el tiempo.
Disolvernos y perdernos.
Querer cantar para que siempre
esté escrito en el aire
esa ruptura, esa muerte
hecha de vida. Esa suerte.
Y respirar para siempre
lo cierto del placer: lo eterno.

Imagen de BiancaVanDijk en Pixabay

 de ©Shathu Entayla

Comentarios

Popular Posts

El espacio en que fui tuyo

Así me miras como si sólo fuera tuyo. como si mi carne y cómo respiro vivieran sólo en tus dominios, como si yo pudiera salir pero fuera quedarme lo que elijo. Me miras como vestida con un traje de prodigio  que dejan vida y libertad a un lado En el que elegí que ya no elijo. Me miras como si solo fuera tuyo. Me miras como si así siempre hubiese sido. Empiezas con uñas como espadas, y me pegas y, sin querer, grito y ese grito y que lo pares pido porque no quiero gritar más pues no gritar más es quitarme ya una libertad que ahora no preciso aunque es precisamente por libertad  (aunque sin parecer verdad) por lo que grito. Me miras como si me crearas  y yo te creo y te doy las gracias. Me cuidas cuando me atrapas. Me haces temerte cuando me amas. Y esas aguas contrarias, que me hacen a mi llorar otras aguas, flaquean el báculo de tus manos y viendo que me rompes, amenazas con parar el viaje hacia el espacio más cercano al ser sin ser hacia el que estábamos andando: a un tra...

Recuerdos como noches

Cuando la noche se asienta, cuando el día se termina, cercan los horizontes de mis ojos los recuerdos. Esos que veo junto a la estela de mis pasos. Cuando la noche se asienta y su silencio se posa afloran pensamientos en mi mente: los recuerdos  a los que temo. Junto a la estela de mis pasos. Porque mis recuerdos se me aferran como a la piel, cicatrices, como a la retina, luz como al esperar, el tiempo. Puede ser que sean bellos esos recuerdos. Aún me inquietan. Hay carcasas bellas con adentros feos. Porque mis recuerdos se me aferran como la corriente al nervio, como la mano al puñal, como el párpado a lo visto. Y sé bien perderme en ellos —en los recuerdos que son veneno— incluso más que en todos mis pasos mismos. Imagen hecha con Leonardo AI  de ©Shathu Entayla

Un soneto de tres

Por hoy somos tres. Madre, padre e hijo. Aunque no siempre fuimos tres, pues fuimos cuatro. Luego el desahucio vivimos. Tres vivimos el vivir sin cobijo. Aquí somos tres. Madre, padre e hijo con vidas distintas que distinguimos viviéndolas. Juntos y no. Es un timo de envejecer y el tiempo, que no elijo. Y un día tres serán dos, y dos, uno. De pronto "juntos" pasará a ser "no". Y poco hay entre "juntos" y "ninguno". De un algo que estuvo y se marchó el uno que quede será el "alguno". Uno entre paredes de lo que amó. Imagen generada con Flash 2.0 (Google)  de ©Shathu Entayla