Hoy os he sentido en sus besos,
en su piel, su amor, su deseo.
Os he echado, a las dos, de menos
en su cuerpo.
Hoy me ha cuidado alguien
a quien aún ni quiero.
Que podría querer
pero, ahora, no quiero.
Ella es vuestra amenaza de papel,
que solamente os corta
por un lugar, que es el más improbable:
la parte fina.
Y duele como un grito.
Pero ella es de papel.
Sólo papel.
Y resulta que, vosotras dos,
adalides del amor sincero,
tiráis vuestros timones al suelo
y mientras, yo
remo esta carabela a dedo
sin poder hablaros sobre el vendaval;
sobre las magulladuras de mis manos
y las yagas de mis dedos por la sal;
ni sobre ese sol que, a veces, amanece
y compensa con calor la tempestad.
Condenado al silencio
funambulando miedos
(que, ni míos, ni lo fueron)
me encuentro.
Si os hablo: mal, porque os duelo.
Si no hablo: mal, me veneno.
Y, aunque no quiera reconocerlo,
a veces, me alivia más su fuego
que ni me calienta, ni lo espero.
Su fuego es intenso pero mortal.
El vuestro, por ser vivo, lo prefiero.
Mas me lo negáis si no puedo hablar
y entre el suyo y la nada, el suyo quiero.
Porque al menos,
aunque no caliente, es fuego,
y de ese roce, algo me quemo.
Me duele pedir migajas de amor
a un alguien a quien no quiero
teniendo dos amores sinceros
que me podrían colmar de amor.
Me duele tener frío con tres fuegos.
Uno que quema pero no calienta.
Y dos que no calientan por los celos.
Y será mejor que acabe estos versos
Pues ni siquiera leéroslos puedo.
Que se queme el papel, es lo que quiero.
Que no haya nada que corte.
Que solo se quede el fuego.
Imagen de Nika_Akin en Pixabay |
NOTA CONTEXTUAL: Este texto se creó antes de Noviembre de 2020 y se ha editado a lo largo de 2021
de ©Shathu Entayla
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